sábado, 23 de febrero de 2008

Sesión 16: El Sistema de Estados Europeos hasta la Primera Guerra Mundial.

En las semanas pasadas hemos estado siguiendo un doble camino. Por una parte, hemos considerado la historia y la política de algunos estados particulares de Europa. Por otra parte, hemos puesto estas historias en contextos más amplios, considerando los efectos de fuerzas como la revolución industrial y de la agricultura, así como el grupo de “ismos” que surgió del periodo post-revolucionario. En esta sesión, también quiero ampliar nuestra perspectiva, pero con referencia a las relaciones internacionales. Aunque los individuos jugaron un papel importante en las relaciones internacionales durante el siglo XIX, con gente como Klemens von Metternich, Otto von Bismarck, Benjamín Disraeli, y Napoleón III controlando la agenda, sus decisiones eran determinadas por los problemas creados por la competencia de los estados por influencia, una competencia que databa desde el siglo XV. Así, el estallido de la primera guerra Mundial en el verano de 1914 pudo deberse en parte a confusiones diplomáticas, pero que la conflagración resultante fue tan larga y durará tanto fue el producto de una batalla viciosa y que ya llevaba largo tiempo entre los estados europeos por la preeminencia terrestre. En esta sesión quiero delinear como es que esta batalla más grande fue luchada y quienes fueron los actores más importantes. Empezaré discutiendo las relaciones internacionales en el siglo XVI. Ustedes ya están familiarizados con mi manera de describir el escenario internacional de acuerdo a “problemas”. Así, como ya he discutido, durante el siglo XIX Francia fue uno de los mayores problemas de Europa. ¿Que debía hacer uno, después de todo, con un país que entre 1789 y 1870 había exportado repetidamente revoluciones y guerras al resto del Continente? Después de 1870, claro, el problema “central” se convirtió en Alemania. Las cosas eran diferentes en el siglo XVI. Para empezar, diferentes jugadores estaban en el juego. Alemania no existía como un estado, e Inglaterra, Francia, España, y Austria eran los únicos jugadores reales. Durante el siglo XVI el problema central fue España. España había emergido de la reconquista del siglo XV como un estado poderoso, y agresivo empeñado en la dominación. Hacia 1492, cuando Granada era el último de los estados Islámicos en la Península Ibérica cayó, los monarcas de España ya tenían una experiencia considerable en cobrar impuestos y luchar. Mas aún, la unión de los Reinos de Aragón y Castilla a través del matrimonio de Isabel y Fernando en 1469 creó un estado grande y centralizado que estaba listo para hacer malicias en el escenario global. Cuando el destino de España se entremezcló con las ambiciones dinásticas de los Habsburgo, Europa se destinó a múltiples guerras.
Ustedes ya saben en dónde España hizo muchas de sus maldades, principalmente en el Nuevo Mundo. El Imperio colonial Español en Norte y Sudamérica era crucial para la política Europea, porque la plata que se extraía de allí financiaba una serie de guerras en contra de otros estados Europeos. En 1495, España se unió con Inglaterra para invadir Italia con el pretexto de sacar a los Franceses, que habían invadido el año anterior. En 1503, tomaron Nápoles, que conservaron por dos siglos, parte de una larga tendencia de interferencia extranjera en la península Italiana que databa desde el siglo XVIII y que continuaría hasta 1870. En 1588, España trató de invadir Inglaterra, pero su flota fue destruida por una marina inglesa más preparada y el clima traicionero del Atlántico. Y luego también estaba el problema de la herencia de los Habsburgo. El Emperador Sacro Romano Maximiliano I de Austria había agrandado Austria a través de una astuta, y un tanto suertuda, política de matrimonio. Una de sus apuestas de matrimonió dio buenos resultados con la adquisición de lo que hoy es Bélgica, los Países Bajos, y Luxemburgo. Después, otra de sus apuestas, rindió buenos frutos al acercar el trono Español al redil de los Habsburgo. Así fue que en 1516 el nieto de Maximiliano Carlos no sólo subió al trono Español pero también tomó posesión de lo que se llamaría los Países Bajos de España.
El ascenso de Carlos V al poder nos ofrece la oportunidad de considerar dos factores que serían importantes en el curso del siglo XVII. El primero fue el conflicto religioso. Martin Lutero puso en marcha las cosas con un bullicioso principio al poner en 1517 sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg. Lutero fue salvado del martirio por la política Alemana, ya que el Duque Federico el Sabio de Sajonia lo encerró en un castillo, así permitiendo que Lutero fuera el primer herético exitoso desde Jesús de Nazareth. El fermento religioso resultante afectó el equilibrio político europeo, y sucedieron una serie de guerras. Esto nos lleva al segundo factor. Una de las guerras más importantes durante el siglo XVI fue la Revuelta Holandesa de 1567-1579, en la cual los Holandeses ganaron su independencia de la corona Española. Durante el siglo XVI los Holandeses se habían convertido en Calvinistas. La opresión religiosa Española y sus elevados impuestos hicieron que los Holandeses se levantaran en contra de su príncipe y fundarán una república. Esto es importante, ya que los Países Bajos eran un área densamente poblada altamente involucrada en el comercio del Atlántico. Al volverse ricos, los Holandeses también se volvieron beligerantes, yendo a la guerra no solamente en contra de España pero también con Portugal, y todo en el nombre del comercio. Así, para el principio del siglo XVII, los Holandeses se habían vuelto uno de los mayores jugadores en la gran carrera por la ventaja colonial y mercantil.
Al entrar en el siglo XVII, tenemos seis jugadores principales en el sistema de estados Europeos: Francia, España, Inglaterra, Austria, la República Holandesa, y Suiza. Inglaterra, por su parte, tenía suficientes problemas con qué ocuparse a través del siglo XV. Primero, los Franceses los sacaron del norte de Francia en 1443. Después, al final del siglo XV la guerra civil estalló, la llamada Guerra de las Rosas, que comenzó en 1455 y que terminó hasta 1485. Fue solamente con el ascenso de Enrique VIII al trono Inglés (1491-1547; r.1509) que los Ingleses pudieron proyectar poder más allá de sus fronteras. Comenzaron en el siglo XVI al unirse a la invasión española de Italia, pero con la llegada de la Reforma en los 1530s los Ingleses dejaron el bando católico y cada vez más vieron que estaba en su interés aliarse con los Holandeses. El intento de Felipe II de invadir Inglaterra, fue en parte, una respuesta a la ayuda Inglesa a los Holandeses durante la revuelta de éstos últimos. Sin embargo, durante el siglo XVII, los Ingleses se volvieron mucho más agresivos. Como ya hemos discutido, los intereses Ingleses en el comercio los llevó a luchar tres guerras con los Holandeses durante el siglo XVII. Y al final de la Guerra de Sucesión Española, los Ingleses eran la potencia mercantil preeminente de Europa.
Los Franceses habían estado subiendo desde el final de la Guerra de los Cien Años (1337-1453). En 1477, tomaron la mitad baja de Burgundía de los Habsburgo. En 1494, invadieron el norte de Italia. Durante el siglo XVI pusieron su mirada en Alemania, ocupando ciudades claves de Lorena en 1552. El verdadero ascenso a la prominencia de Francia llegó, sin embargo, en el siglo XVI con los reinados de Luis XIII (1601-43: 1610) y Luis XIV (1638-1715: r.1643). Bajo el ministro principal de Luis XIII, el Cardenal Richelieu, Francia se vio involucrada en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), buscando dañar a los Habsburgos Católicos al luchar del lado de los Protestantes Alemanes. (Hago notar aquí en paréntesis que la Guerra de los Treinta Años vio el nacimiento y la caída de Suiza, particularmente bajo el Gran Rey Gustavus Adolphus (1594-1632: r. 1611). Adolphus llevó a Suiza a la guerra en defensa del Protestantismo, pero después de su muerte se hizo evidente que Suiza no tenía los medios para sostener una política exterior beligerante. La cuestión, sería resulta al final, por el arribo de Rusia). No obstante, ahora debo regresar a Francia. Durante el reinado de Luis XIV Francia fue a la ofensiva, atacando a los Españoles (1648-59) y a los Holandeses (1672-78), antes de verse envueltos en la Guerra de los Nueve Años con los Ingleses, Holandeses, y Austriacos, de (1688-1697), y después enfrentar la misma coalición en la Guerra de Sucesión Española (1701-1713/14). El reinado de Luis XVI cambió la situación estratégica de Europa. Desde este punto en adelante, los Ingleses, Holandeses, y Austriacos siempre estarían buscando maneras de controlar a Francia. El problema fundamental era que Francia era el país más poblado de Europa, teniendo 20 millones de personas durante el reinado de Luis XIV, y su economía era muy productiva. Así, justo a través del tiempo de Napoleón, Francia era tan poderosa que siempre amenazó a Europa con expansionismo.
Para el comienzo del siglo XVIII, el sistema Europeo había perdido tres de sus jugadores más importantes y ganado dos. Los Ingleses, Franceses, y Austriacos persistían, mientras que los Españoles, Holandeses, y Suizos dejaron de ser potencias de primer nivel. A cambio, Europa vio el ascenso de los Rusos y de los Prusianos. Los Franceses rompieron la Paz de Pirineos con España en 1659, que había sido firmada al final de una guerra que llevaba ocurriendo desde 1648. España permaneció como una potencia Europea importante hasta el final de la Guerra de Sucesión Española, pero después de que otras potencias desmantelaron su imperio en ultramar su tiempo en el escenario Europeo llegó a su fin. Los Suizos ya habían sobrepasado su tiempo en la Guerra de Treinta Años, pero con la Gran Guerra del Norte (1700-21) fueron finalmente echados de la primera fila de potencias por el gigante durmiente en el este de Rusia. Rusia había avanzado a pasos agigantados bajo el Czar reformador Pedro el Grande (1672-1725; r. 1696) quien movió la capital a San Petersburgo, reformó el ejército Ruso y construyo la marina. Al final del reinado de Pedro, y con la victoria sobre los Suizos, Rusia fue la potencia preeminente en el Báltico. También se volvería el poder preeminente en los Balcanes bajo el reinado de Catarina II (1729-1796; r. 1762). Los Holandeses también fueron echados de la lista de potencias más importantes por sus guerras en contra de los Ingleses y los Franceses. Para el siglo XVIII eran esencialmente un próspero satélite de Inglaterra. También hay una cosa más que debemos notar, sin embargo. Para el final del siglo XVII, la religión había dejado de ser una de las principales causas para la guerra. El apoyo cínico de Francia para los poderes de la Alemania Protestante en la Guerra de Treinta Años en contra de sus co-religionarios en Austria fue ya un signo de que las cosas habían cambiado. En 1697, cuando Luis XIV oficialmente reconoció la ascensión de Guillermo III y María II al trono Inglés, los temas religiosos habían sido excretados de la política del poder. Por fortuna o por desgracia, todas las guerras serían luchadas desde ese momento por razones de estado.
Ya hemos discutido el ascenso de Prusia en el siglo XVIII. El ataque maquiavélico de Federico II en Austria en la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-48) y su buena fortuna para sobrevivir la Guerra de los Siete Años (1756-1763) significó que Prusia se volvió una potencia de primer nivel, o al menos casi. Ya bien entrados en el siglo XIX, Prusia era una gran potencia que pudo haber sido disuelta por una sola derrota militar, así que era entendible que los poderes de Europa tendían ha estar más preocupados de que Austria fuera a dominar Alemania. El ascenso de Prusia señaló, sin embargo, dos cosas. Primero, un importante parte aguas ocurrió en el Continente. Desde este punto en adelante Europa fue dividida en dos esferas: una occidental dominada por Inglaterra y Francia, y una oriental dominada por Austria, Prusia y Rusia. Las tres particiones de Polonia en 1772, 1793, y 1795 fueron una señal clara de que el oeste tenía poco que decir de los asuntos del este. Segundo, Austria ahora tenía una competencia legítima por el liderazgo en la esfera Alemana. Que Prusia ganara esta batalla podía tener importantes consecuencias para toda Europa. Hablaremos más de estas en un momento.
Ya hemos discutido la Revolución Francesa y Napoleón en detalle en otra lectura, así que pasaré por alto estos eventos y limitaré mis comentarios a implicaciones más amplias. Primero, con la derrota “final” de Napoleón en Waterloo, se volvió evidente que Europea estaría dominada por dos poderes que nadie podía tener esperanzas de derrotar, Bretaña y Rusia. La marina de Bretaña la hacía invulnerable a la invasión, y la eterna estepa de Rusia hacía que invadirla no tuviera sentido. Estas dos potencias, en particular, vigilaban Europa y trataban de asegurar que los Franceses no agitaran problemas de nuevo. Paso mucho tiempo antes de que cualquiera pudiera olvidar los 15 años de guerra y las cuatro coaliciones que habían sido necesarias para derrotar a Napoleón.
El deseo de mantener a los Franceses en una caja es la fundación real de la segunda implicación a la cual acabo de aludir, el nacimiento del Sistema del Congreso. Liderada por Austria, el llamado Concierto de Europa trató de mantener paz en el Continente desarrollando un sistema de obligaciones y derechos que ataba a las diversas potencias al sistema. Este concierto incluía Bretaña, Francia, Austria, Rusia, y Prusia. Como ustedes saben, el sistema del Congreso no era una restauración, ya que muchos de los cambios Revolucionarios y Napoleónicos persistieron. Esta pudo haber sido la razón por la cual el nuevo sistema logró mantener la paz, a pesar de la serie de crisis que pudieron haber encendido una guerra mayor. En 1820-21, hubo revueltas en España, Nápoles y Piamonte. En 1821-5, hubo una revuelta en Grecia en contra del Imperio Otomano. En los 1810s y 20s una serie de colonias Españolas se revelaron en contra de sus gobernantes imperiales. En 1826-29, hubo una crisis acerca de una guerra Ruso-Turca que los Turcos habían perdido horriblemente. En los 1830s hubo revoluciones en Francia, los Países Bajos, Alemanía, Italia, y Polonia. En 1822-41 hubo otra Crisis en el Este Cercano, en el cual el Concierto de Europa de hecho apuntaló a los Otomanos.
Aquí necesito hacer dos puntos. Primero, el ascenso de los poderes del este (Rusia, Prusia, y Austria) jaló a los Otomanos hacia el sistema Europeo. El Imperio Otomano se originó en el siglo XIII, y había sido una amenaza para Austria desde el siglo XVI. Sin embargo para el siglo XIX, estaba claramente decayendo y esto se volvió un problema, ya que tanto Austria como Rusia querían expandirse a costas del Imperio Otomano. Esto fue un problema para cada otra potencia en Europa, pero especialmente para los Británicos, que no querían a los Austriacos y a los Rusos compitiendo con ellos en el Mediterráneo. Esto es, las grandes potencias siempre temieron una guerra mayor y trataron de evitarla a través del hábil uso, a veces amoral, de la diplomacia. La creencia era que una conferencia importante era preferible a la guerra. Las cosas no siempre funcionaron de esta manera, y hubo una grave guerra en 1853, pero dada la historia Europea de incesante guerra durante los siglos XVI y XVII, no fue para nada un mal record.
El Sistema del Congreso se disolvió al final, y aquí quiero buscar tres razones que explican porqué. La primera razón es el ascenso del nacionalismo. Entre 1848 y 1861, como hemos visto, los movimientos nacionalistas aparecieron a través de Europa, y esto permitió a ciertos líderes oportunistas socavar la estabilidad del sistema Europeo. Un buen ejemplo es Napoleón III, quien ya hemos discutido. El comportamiento de Napoleón hacia Italia y Austria fue un factor clave en disminuir los intereses de otras potencias en mantener el status quo. Segundo, la Guerra de Crimea (1853-56). Napoleón III estuvo en el grueso de esta situación, virtualmente asegurándose de que una guerra estallara. Napoleón quería romper la alianza Austro-Rusa que ambos partidos habían desarrollado al comienzo del Congreso de Viena, así que arriesgó una crisis grande para jugarse un triunfo diplomático. Los turcos, por su parte, estaban hartos de que los Rusos los atacaran tan seguido. La agresión Rusa comenzó bajo Fyodor III en 1676 y continuó con cada subsiguiente Czar, terminando solo hasta 1878. Los Británicos, en turno, estaban inciertos en cuales eran sus objetivos en el área, y no tenían idea más allá de cierta creencia de que los Rusos no podían tener el control del Mar Negro. Al final, los Turcos declararon la guerra a Rusia, seguidos de Francia e Inglaterra. Austria, a pesar de haber jurado ayudar a Rusia permaneció al margen del conflicto, negando unirse a cualquiera de los dos. La lucha quedó inconcusa, aunque los Rusos sufrieron una humillante derrota en la conferencia de paz en Paris.
Esta guerra tuvo importantes consecuencias a largo plazo. Primero, los Rusos estaban enojados y aceleraron su proceso de reformas militares y financieras, que meramente incrementó la competencia en Europa. Segundo, los Franceses eran vistos como metiches y por eso, indignos de apoyo. Tercero, los Austriacos fueron vistos como poco confiables. Tercero, los Británicos estaban tan apenados por su rendimiento abismal que llegaron al consenso político en la necesidad absoluta de darle más recursos a su marina. Finalmente, la desconfianza y la amargura que la guerra creó dejó una apertura para Prusia y Sardinia-Piamonte. Tanto la unificación Italiana como la Alemana fueron productos de un shock grave al Sistema del Congreso causada por la Guerra de Crimea.
Esto me lleva a la tercera razón para el descenso y caída del Sistema del Congreso, el ascenso de la Alemania Imperial. En 1862, Otto von Bismarck se volvió el primer ministro de Prusia. Como ustedes saben de su sesión acerca de la unificación Alemana, Bismarck utilizó cada oportunidad diplomático que pudo para obtener para unificar Alemania bajo los términos de Prusia. No hablaré de más detalles de este proceso, porque ustedes ya los saben. Lo que quiero discutir aquí es la inestabilidad básica que un estado poderoso en medio de Europa creó para el viejo Sistema del Congreso. La unificación Alemana cambió el paisaje estratégico. Inglaterra ahora tenía un competidor en el océano abierto, que no podía tolerar. Francia era, claro, bastante infeliz ya que un ejército más grande y poderoso era su vecino. Es cierto que los Franceses querían Alsacia y Lorena de vuelta, pero un problema más profundo vis- à-vis Alemania era que ellos no tenían ninguna esperanza de derrocar a los Alemanes en una lucha justa. Alemania era el estado Europeo más poblado y tenía la economía más poderosa y dinámica. Déjenme darles un ejemplo: en 1890 el segundo campo de carbón más grande de Alemania, en Silesia, produjo más que toda la industria carbonera Francesa. Esto significaba que los Franceses solamente podían encontrar seguridad en alianzas, que buscaban asiduamente. Una medida de qué tan amenazante era la nueva Alemania fue que los Franceses e Ingleses, históricamente enemigos mortales, firmaron una alianza en 1904, la llamada Cordiale Entente. Los Austriacos estaban aún en un estado formidable, pero en realidad eran un apéndice Alemán, lo que significaba que realmente no tenían libertad diplomática. El resultado final de la debilidad de Austria fue la alianza defensiva entre Alemania y Austria en 1879. Las líneas de batalla en 1914 ya estaban dibujadas hacia el final del siglo XIX.
Ahora estamos en una posición para entender tanto el genio como la falla del estado nuevo de Bismarck. Bismarck entendió que Europa estaba rápidamente volviéndose una olla de presión, así que constantemente trataba de divergir las energías de Europa a regiones periféricas, como África y los Balcanes. Dos congresos son importantes ejemplos aquí: el primero es el Congreso de Berlin de 1878, que revisó el Tratado de San Stefano entre Rusia y Turquía acerca de la guerra final por los Balcanes. Básicamente, Bismarck forzó a los Rusos a devolver un poco de territorio a los Turcos para que los Británicos y los Austriacos estuvieran contentos. El siguiente fue el Congreso de África del Oeste en Berlín en 1884-5. Este congreso se reunió para decidir el destino del Congo. Portugal había proclamado derechos sobre el estuario del Río del Congo, pero el Congreso lo declaró una zona de navegación libre, en gran parte para mantener a los Ingleses y a los Franceses contentos. Ustedes recordarán que el Reparto de África comenzó oficialmente en 1881 con la invasión Francesa de Tunisia. Lo que me gustaría notar aquí es que los Franceses recibieron una buena cantidad de motivación para sus aventuras del mismo Otto von Bismarck. Y sus esfuerzos de más tarde para regular la competencia en África fueron un reconocimiento continuo de la necesidad de mantener Europa viendo hacia otras partes del mundo.
Así que Alemania ahora era el centro de la diplomacia Europea. Pero un problema de largo alcance estaba presente en todos los movimientos de Bismarck: el Sistema del Congreso había sido remplazado por la voraz competencia por territorios en África y en los Balcanes. Como ustedes bien saben, eventualmente el territorio disponible para el saqueo llegó a su fin, y entonces las viejas tensiones regresaron a Europa con venganza. Una guerra terrible era, entonces, inevitable, y su estallido era solamente una cuestión de tiempo. En 1890, Guillermo II corrió a Bismarck, declarando su intención de gobernar, y no nada más de reinar, sin querer atrayendo rápidamente un conflicto militar. Un peor giro de eventos difícilmente es imaginable. Guillermo II estaba lleno de fanfarronería y rápidamente se volvió el Napoleón III de su día. Mientras que Bismarck había tratado de evitar la guerra y mantener las ganancias de Alemania a través de una política de objetivos limitados, Guillermo II solamente buscaba el siguiente triunfo diplomático. No entraremos en detalles aquí, pero el punto es que de pronto la política exterior Alemana se volvió una fuente de inestabilidad en Europa. Sin Alemania jugando el papel de árbitro cauteloso, el descenso de Europa hacia un sistema de alianzas mutuamente hostiles era predecible. Es en este contexto que un evento tan ridículamente pequeño como el asesinato del aparente heredero de Austria, el Archiduque Francisco Fernando pudo encender una guerra Europea. Como esto ocurrió es el tema para otro día.

martes, 19 de febrero de 2008

Sesión 15: Bismarck: Prusia obtiene Alemania

La última vez hablamos del proceso de unificación de Italia, y utilicé la oportunidad para reflexionar acerca de temas históricos más grandes, vinculando a Italia con el Romanticismo, el Liberalismo y el Nacionalismo, así como también con la política emergente de grandes poderes en Europa que exportaría una serie de problemas alrededor del mundo. Tomando esto en cuenta, el camino de Prusia hacia la unificación alemana es importante para nosotros en dos niveles. Primero, su surgimiento como una gran potencia cambió fundamentalmente el mapa de Europa. Desde el momento en el que el Imperio Alemán fue fundado en 1871, las reglas de la competencia internacional cambiaron, al entrar al juego un rival nuevo y poderoso que los británicos creían haber derrotado. Segundo, el surgimiento de Prusia ocurrió a costa de Austria. Austria, que había sido una gran potencia desde el siglo XVI, fue desplazado a un segundo plano. Ahora era un estado vasallo, capaz de hacer tan solo lo que Alemania le permitía. Así, ahora quiero considerar el problema del Imperio Alemán desde la perspectiva de la batalla entre Austria y Prusia por el liderazgo de la Nación Alemana. Veremos que una vez que este problema se resolvió, muchos otros aparecieron. Comenzaré en el año de 1848. En las áreas de habla alemana de Europa, la noche de la revolución de 1848 fue testigo de un auge en la emigración. Esto fue en parte por la continua represión política que se había vuelto característica en toda Alemania. Pero también fue mucho debido a los problemas económicos que la mayoría de Europa enfrentaba a mediados del siglo XIX. En 1846, 95’000 alemanes habían dejado su tierra natal; en 1847, 110’000 alemanes emigraban. La revolución y la reacción política que le siguió tan sólo intensificaron esta tendencia. Inicialmente, el número de emigrantes se redujo: entre 1848 y 1850, fluctuaron entre 80’000 y 90’000. Después de que la Revolución fracasó, sin embargo, el flujo de emigrantes volvió a crecer. En 1851 hubieron 113’000; en 1852, 162,000; en 1853, 163,000; y en 1854, 300,000. Así, un tema central de la Alemania del siglo XIX es la reacción de la clase media Alemana a la desilusión de 1848.
Este aumento en la emigración alemana después de 1848 tuvo pocas justificaciones económicas, ya que la economía había estado expandiéndose por un tiempo. La razón real de la emigración era política. Un gran número de líderes liberales dejaron aquellos estados en los cuales los regimenes antiguos habían sido restaurados. Maestros, abogados, doctores, poetas, músicos, e incluso oficiales se fueron, llevándose consigo sus fortunas, que valían colectivamente por lo menos novecientos millones de marcos oro. Esta gente se había movilizado para obtener gobiernos más liberales y un estado nacional. Pero no todos los liberales se fueron, sin embargo, y sus ideales persistieron en el discurso político alemán. Estos ideales consistían de sueños de unificación, de una constitución, e incluso del socialismo. Pero como veremos, el nacionalismo en el contexto alemán cambiaría el significado de estas palabras, ya que en el epicentro del Romanticismo Europeo, la nación abarcó todo. La nueva Alemania incluyó muchos aspectos del sueño liberal, pero en un contexto político conservador, y el cerebro detrás de estos cambios fue Otto von Bismarck, quien eventualmente unió Alemania en 1871.
En apariencia, el desarrollo de Alemania después de 1848 continúo sobre las mismas líneas viejas. Pero la unificación de Bismarck creó un imperio autocrático que era muy diferente de las esperanzas de 1848. El estado que creó Bismarck era de un tipo nuevo, el producto de lo que podemos llamar conservadurismo creativo. Basado en el ejército Prusiano y el poder industrial—y no en la explosión comunal y el renuevo que ocurrió en Francia en 1789—combinaba los medios autocráticos con programas sociales que aliviaban los males de la producción capitalista. De hecho, Alemania bajo Bismarck logró un ápice de progreso social mucho más avanzado que otros estados Europeos, que incluía educación masiva, seguros médicos, de trabajo y de vejez. Así, Alemania se volvió un hibrido extraño. El estado no estaba fundado en los mismos principios democráticos que los revolucionaros liberales de Alemania habían propugnado, pero sus logros sociales eran mucho mayores que los de otros países más liberales.
El estado hibrido era producto de una serie de fuerzas en comptencia. Primero, tenemos el deseo de los conservadores de mantener el control del estado. Segundo, tenemos liberales que querían una constitución liberal y un estado alemán unificado. Tercero, tenemos las dificultades impersonales sociales y económicas asociadas con la industrialización. Otto von Bismarck se puso en el centro de estas fuerzas, tratando de unificar Alemania sin ceder a las demandas liberales y socialistas por más poder. En su búsqueda por la unidad Bismarck siempre fue muy flexible. Así, disolvió la unión alemana aduanera (Zollverein) cuando el libre comercio parecía estar a la orden del día. Después en 1878, se volvió proteccionista cuando necesitaba apoyo agrario para mantener a su gobierno en el poder. El campo alemán había sido dañado gravemente por las importaciones más baratas de Canadá, Estados Unidos, y Rusia, así que subió las barreras arancelarias. En la misma manera, entre 1883 y 1889, Bismarck extendió los seguros en contra de accidentes, enfermedades y vejez a los trabajadores, dándole atención a muchas de sus preocupaciones más básicas. E hizo todo esto al mismo tiempo que proscribía el Partido Social Democrático entre 1878 y 1890.
Los revolucionarios de clase media que habían demandado la revolución en nombre de la nación alemana, a menudo aceptaban las acciones de Bismarck. Desde su perspectiva, Bismarck había obviamente triunfado en donde ellos habían fracasado, ya que él no sólo había unificado Alemania sino también había instituido políticas sociales por las cuales ellos habían abogado desde hacía mucho. Algunos de la clase media cedieron a estas condiciones, otros lucharon en contra de ellas. El punto que nosotros debemos mantener en mente, sin embargo, es que todas las fuerzas que hemos estado trazando tuvieron su choque más violento en Alemania. Aquí veremos con mucha claridad las divisiones políticas y sociales que ayudaron a hacer del siglo XX uno tan sangriento.
Otto von Bismarck tuvo que luchar tres guerras para unificar Alemania. En 1864, una guerra con Dinamarca lo ayudó a consolidar su posición en Prusia. Luego una guerra en contra de Austria en 1866 forzó a los Habsburgos a irse de Alemania para bien. La guerra Franco-Prusiana de 1870-71 unió a los estados del sur de Alemania bajo el águila Prusiana y estableció el hecho de que Francia ya no mantenía la hegemonía sobre el Continente. Después de que Alemania se unificó en 1871, la revista de noticias The Economist opinó que, “Europa ha perdido a una amante y ha ganado a un amo”. La situación en Dinamarca pone de relieve como el nacionalismo unió al liberalismo y al conservadurismo. El sentimiento liberal en Alemania siempre había deseado separar a Schleswig-Holstein de Dinamarca. Estas dos regiones eran ducados que estaban bajo el control de la Corona Danesa. Holstein era enteramente alemán y Schleswig era mayoritariamente alemán, con una minoría danesa significativa en el norte. En 1852, para lidiar con la opinión alemana emergente en contra del control danés, un acuerdo internacional fue firmado que permitía a los daneses controlar los ducados siempre y cuando no trataran de integrarlos al estado Danés. Los daneses, sin embargo, violaron el acuerdo al integrar Schleswig a la monarquía Danesa. Bismarck entonces utilizó el comportamiento de los daneses como un pretexto para la agresión.
Porque la cuestión de Schleswig-Holstein era un problema alemán, para legitimar su ataque Bismarck invitó a Austria a participar. En Enero 16, 1864, las dos potencias lanzaron un ultimátum a Dinamarca que demandaba a los daneses retirarse dentro de 48 horas, o enfrentar acción militar. Dinamarca, contando con el apoyo de las Potencias Europeas, rechazó el ultimátum. Los ingleses eran simpatéticos a los daneses, pero se negaban a actuar solos. Los franceses no tenían ningún deseo de atacar Prusia, ya que la veían como un arma en contra de Austria. Así, las grandes potencias no hicieron nada. Un breve intento de mediación falló, y Dinamarca cedió a las fuerzas militares prusianas y austriacas.
En el Tratado de Gastein (Agosto 1865) Prusia y Austria dispusieron de los ducados adquiridos. Las dos potencias gobernarían los dos ducados conjuntamente, con Austria administrando Holstein y Prusia administrando Schleswig. A Prusia le fueron dadas ciertas calles militares que cruzaban a través de Holstein y el comando de Kiel, que sería un puerto para la Confederación Alemana, de la cual tanto Prusia como Alemanía serían miembros. (Ustedes recordaran que Klemens von Metternich había armado la Confederación en 1815). Ambos ducados fueron obligados a unirse a la unión aduanera alemana, que funcionaba para el beneficio de Prusia ya que ella la controlaba. Pero esto no fue todo. Prusia también se anexo Lauenburgo, aunque pagó 2.5 millones de taleros por ella. El alemán que clamaba el trono de los dos ducados, el Príncipe Augustenburg, fue completamente ignorado. Todo esto parecía suficientemente justo, aunque Prusia obviamente obtuvo la mejor parte del trato, ya que solidificó su control sobre Alemania del norte y obtuvo el fundamento para agresiones futuras. Desafortunadamente para todos, Bismarck no tenía ninguna intención de dejar las cosas así.
Bismarck creía que la guerra con Austria era inevitable. Toda su política de 1863 a 1866 fue basada en esta creencia. El se había asegurado de que Rusia no intervendría en este conflicto intermitente al simpatizar con la brutal represión Rusa de la revolución Polaca en 1863. Maniobró con Napoleón III de Francia una posición favorable haciendo toda clase de vagas promesas para agrandar territorio. Una alianza con Italia incluso fue hecha en abril de 1866, a través de la ayuda de Napoleón, que estipulaba que Italia vendría a la ayuda de Prusia, si una guerra con Austria comenzaba en los siguientes tres meses. Todo esto dicho, Bismarck manipuló a cada jefe de estado importante en el Continente hacia una posición diplomática incómoda. Cuando la guerra finalmente ocurrió con Austria, derrotó a los Habsburgos sin que nadie de afuera interfiriera.
Bismarck entonces trató de finalizar el enfrentamiento acusando a Austria de armar a Bohemia. Lo llamó “agitación sediciosa” y además acusó a Austria de apoyar al desafortunado Príncipe Augustoenburgo. Extrañamente, cuando el rey Prusiano presionó a Viena, Austria pareció dispuesta a desarmarse, pero falsos rumores de que Italia se estaba armando, asustaron a Austria y la movieron en la dirección contraria. Así que Austria se movilizó primero, y al mismo tiempo, llevó a la Dieta Federal los múltiples problemas menores que se habían desarrollado sobre la cuestión de Schleswig-Holstein, para ganar el apoyo de otros estados alemanes. Bismarck enseguida clamó que este era una violación de la Convención de Gastein. Cuando Austria, poco tiempo después, convocó a la dieta de Holstein, las tropas prusianas marcharon hasta Holstein. Austria llamó a los ejércitos de la Confederación para que actuaran en contra lo que llamó acciones ilegales de Prusia en Holstein. Mientras tanto Bismarck presentaba un nuevo plan de reorganización de la Confederación. Esto fue puesto sobre la mesa aproximadamente al mismo tiempo que Bavaria proponía elegir un comandante de los ejércitos de la Confederación y movilizar las fuerzas de los estados más pequeños. Cuando la propuesta de Bavaria ganó por un voto de 9 a 6, el delegado Prusiano declaró la Confederación disuelta y anunció un estado de guerra. Fue una guerra rápida—tres semanas de duración. Sadowa o Königgratz, que está en Bohemia, fue la batalla crucial que le dio la victoria a Prusia, gracias a su excelente organización y la famosa “needle gun”. (Esta pistola daba la posibilidad a los prusianos de disparar siete rondas por cada ronda que disparaban los austriacos, aunque la influencia de la pistola en la batalla ha sido sobreestimada). El rey prusiano, que había sido vacilante acerca de la guerra ahora quería invadir Austria. Pero Bismarck, el diplomático siempre calculador, refrenó. Sabía el valor de restringirse y no estaba interesado en aplastar a Austria, solamente en removerla de la política alemana. En vez, Bismarck formó algo llamado la Confederación Norte Alemana, anexando varios estados pequeños y jalando a los estados más grandes al norte del Río Main a la órbita de Prusia. Observadores contemporáneos pensaron que todo esto era una revolución. Lo que los liberales habían soñado por cinco décadas, Bismarck lo logró en tres semanas. El punto importante aquí es que el éxito transformó a muchos de sus antiguos enemigos en amigos y admiradores.
Pero muy parecido a Italia en 1861, Alemania no estaba unificada por completo. El sur permanecía fuera de la coyuntura y aquí es donde Francia y Napoleón III entran en la escena. Tradicionalmente, la política Francesa hacía Alemania había ordenado a los franceses a nunca permitir un estado más grande a aparecer en Alemania, para que no se volviera una amenaza para Francia. Napoleón modificó esta política, porque quería utilizar las fuerzas del nacionalismo en contra de Austria. Esta estrategia era un arma de dos filos. Por una parte, Austria era un estado multi-nacional, y el establecimiento de un rival Alemán, podía en teoría, debilitar los cimientos de Austria. Pero por otra parte, Napoleón parecía creer realmente algo de la retórica nacionalista. Esto lo llevó abajo a un “cul de sac”, ya que nunca pudo decidir qué era más importante: su creencia en la determinación nacional o la necesidad de mantener a Francia más fuerte de lo que sería una nueva Alemania. Bismarck ayudó a Napoleón a decidir al ser mejor estratega en una serie de cuestiones diplomáticas. Las desilusiones que Bismarck le ocasionó a Napoleón, hicieron que éste deseara aún más un triunfo diplomático importante. Esto significó que en los 1860s la política francesa fue nerviosa y errática, reflejando la posición incierta de Napoleón en casa. El gobierno Francés hizo amenazas de guerra prematuras y demandas insolentes de sumisión a los prusianos. Sus acciones en Italia enervaron a los británicos, lo que significó que ellos no apoyarían a Napoleón en contra de Prusia. Más aún, la opinión pública francesa comenzó a oponérsele al empeorar la economía, intensificando la necesidad percibida de una guerra. Napoleón no lo sabía, pero estaba liderando a Francia hacia una guerra que no podía ganar. Aunque parezca extraño, la guerra Franco-Prusiana en realidad comenzó en España. La Reina Española, Isabella, había sido destronada por un golpe militar en 1868, y el parlamento Español comenzó a buscar un repuesto. El Príncipe Leopoldo von Hohenzollern-Sigmaringen, cabeza de la rama del sur de la familia Hohenzollern, se volvió uno de los candidatos. Bismarck se convirtió en el principal promotor del príncipe, ya que creía que esto atraería una guerra. La noticia de la aceptación de Leopoldo para el trono Español le pegó a Francia como una bomba en Julio 2. Gramont, el ministro de relaciones exteriores francés, inmediatamente empezó a hacer vagas amenazas en el French Corps Legislatif (Cuerpo Francés Legislativo), diciendo cosas como “Nosotros debemos saber nuestro deber.” Esta bravuconería solamente dio la impresión a los otros de que Francia estaba desquiciándose de nuevo. En Julio 9 el embajador Francés Benedetti entrevistó al Rey Guillermo, quien en ese momento estaba en Bad Ems, en el Sudeste alemán disfrutando de los baños. Aparentemente, Benedetti persuadió a Guillermo a forzar a Leopoldo a retraer su candidatura. En julio 12 Leopoldo renunció, siendo un miembro bueno y obediente de la familia Hohenzollern. El asunto debió de haber quedado allí. Pero los franceses cometieron más errores, y la aparente ingenuidad de Bismarck los embaucó en una guerra. Gramont no estaba satisfecho con el logro de Benedetti, así que Benedetti de nuevo fue mandado a ver al rey para demandar una promesa inequívoca de nunca más permitir a Leopoldo renovar su candidatura. Gramont buscaba un gran triunfo diplomático. Pero usualmente una necesidad diplomática de este tipo es un indicio de debilidad doméstica. Napoleón III necesitaba algo para restaurar su debilitado control sobre el poder. Tanto Gramont como Napoleón estaban, entonces, involucrándose en un juego muy riesgoso. Si ganaban, se quedarían en el poder. Una pérdida, sin embargo, significaría el final de su estado. Desafortunadamente para Francia, la ferviente necesidad del gobierno de un éxito diplomático cegó a sus líderes de la trampa que había puesto Bismarck.
En julio 14, mientras que el rey tomaba una caminata por el parque, Benedetti de pronto se materializó de entre los árboles y acusó al rey de deshonestidad. Demando una promesa definitiva de que a Leopoldo nunca le sería permitido renovar su candidatura. El rey se negó a hacer semejante promesa, y un reporte del asunto fue mandado a Bismarck en Berlin. Bismarck inteligentemente abrevió este ahora famoso Telegrama de Ems en una manera que lo hacía parecer como una provocación deliberada de parte de Francia. Después hizo que lo publicaran en los periódicos, diciendo que tendría el efecto de una tela roja sobre un toro Galés. Esto es exactamente lo que ocurrió, ya que los franceses consideraron el enmendado telegrama como una provocación y en Julio 19, Francia declaró la guerra a la Confederación Norte Alemana. Los anteriores esfuerzos diplomáticos de Bismarck ahora rindieron su cosecha. Entre los estados alemanes, solamente Bavaria vaciló en unirse a la guerra de Bismarck. Rusia prometió neutralidad. Inglaterra se volvió neutral después de que Bismarck publicó el plan secreto de Benedetti para anexarse a Bélgica, que había sido proyectado con la aprobación indulgente de Bismarck justo después de la Batalla de Königgrätz. Esta guerra tampoco duró mucho. La fortaleza de Sedan cayó en Septiembre 2, 1870, y el Emperador Napoleón caminó entre las filas alemanas con las manos arriba en el aire. Ahora una revolución estalló en la ciudad de Paris, que no se aplacó hasta Enero 28, 1871. La Paz de Frankfurt fue concluida en Mayo 10. Fue una dura, requiriendo que Francia pagara una indemnización de 5 billones de francos de oro, además de que les quitaba Alsacia y Lorena, territorios que los franceses habían robado exitosamente dos siglos antes. Aunque inicialmente Bismarck no dio signos de gran entusiasmo para llevarse estas tierras, algunos industrialistas lo convencieron de que tenían ambas regiones tenían valor económico y militar. (Lorena tenía depósitos masivos de hierro). Este último arrebato envenenó las relaciones Franco-Alemanas hasta la Primera Guerra Mundial. El Norte de Francia fue ocupado hasta 1873, cuando la indemnización fue completamente pagada.
La nueva Alemania fue construida sobre la humillación nacional francesa. En Enero 18, 1871, Guillermo I fue coronado como el emperador de Alemania en el Salón de los Espejos de Versalles. Este fue, sin duda, añadirle un insulto a la herida, y estableció las bases de guerras futuras. En el momento, Victor Hugo predijo que Francia habría, un día, de retomar Alsacia y Lorena y hacer de Alemania una república. Predijo correctamente una parte. Francia sí obtuvo de vuelta Alsacia y Lorena, pero esto fue por dos razones. Primero, Bretaña y Alemania nunca pudieron alcanzar un ajuste a su rivalidad global. Segundo, como resultado una potencia incluso más grande fue forzada a entrar a la escena Europea. Esta fue Estados Unidos de Norteamérica, y delinearemos estos dos temas en las siguientes sesiones.

jueves, 7 de febrero de 2008

Sesión 14: Italia se unifica

En las dos conferencias pasadas hablé acerca del papel que Francia y Gran Bretaña jugaron en el mundo. Ambos eran Estados poderosos y unidos, capaces de proyectar un tremendo poder alrededor del planeta. Sus fortalezas y debilidades internas se convirtieron en cuestiones claves para toda Europa y mucho del resto del planeta. En esta conferencia quiero considerar el nacimiento de un nuevo estado-nación, Italia. Italia se unió oficialmente en 1870, y vale la pena examinar con precaución y en diferentes niveles su experiencia de unificación nacional—llamado el Risorgimento. Primero, nos permite considerar desde otra perspectiva las maneras en que el Romanticismo, el Liberalismo, y el Nacionalismo interactuaron. Segundo, nos muestra como los problemas domésticos de política y economía interactuaban con el sistema más grande de Estados Europeos. Al igual que sus poderosos vecinos , Italia exportó sus problemas domésticos a otras partes del mundo. Finalmente, el Risorgimento fue un evento sumamente importante para la visión del mundo de los europeos. En general, la gente veía la lucha de los italianos como el rompimiento final con el Viejo Régimen. A pesar de todas las revoluciones—en 1789, 1830, 1848—fue el ímpetu Italiano por un estado-nación unificado lo que señaló a los contemporáneos que la última cadena con el pasado había sido cortada. No es ninguna coincidencia, añadiría, que el movimiento artístico que llamamos Modernismo se originó en Italia.
Para entender la importancia de todos estos cambios, consideremos brevemente como era Italia antes de la unificación. Lo primero que tenemos que entender es que Italia había sido el foco de rivalidades muy poderosas desde el siglo XV. En varios momentos, las fuerzas armadas de los españoles, franceses, y austriacos, todas competían por el control sobre diferentes partes de Italia, mientras que la flota inglesa aseguraba que nadie se volviera demasiado poderoso en la península. Por el siglo XVIII España había dejado la competencia y Francia y Austria se volvieron los principales poderes que pugnaban por influencia. Así, cuando las Guerras de Revolución francesa estallaron, las fuerzas armadas francesas entraron en Italia e inmediatamente reorganizaron sus pequeños principados en varias repúblicas. Este proceso fue extendido durante el reinado de Napoleón, quien instaló diferentes reinos y después puso a sus amigos y relativos en los tronos nuevos . Hacia 1815, mientras que Europa reaccionaba políticamente, muchos de los viejos Reinos y principados fueron reestablecidos y las reformas revolucionarias abolidas.
El año 1815 es central para entender el Risorgimento Italiano, porque marcó el cenit de la influencia Austriaca en la región. Los austriacos habían llegado a ver a Italia como el bastión central en contra de la agresión francesa, y estaban determinados a mantener el control político sobre la mayoría de la península. Por esto, los Austriacos se anexaron Lombardía y Venecia. El Gran Ducado de Toscana fue para el hermano del Emperador austriaco. Parma fue para su hija. Modena y Massa fueron para otros relativos suyos. Había sin embargo, límites a las demandas austriacas. Esta era la edad del legitimismo, así que otros principados tradicionales quedaron en manos de familias con históricos derechos dinásticos . Una princesa de Borbón recibió el Gran Ducado de Lucca. La línea reinante Borbón retomó el Reino de Nápoles y Sicilia. El Reino de Sardinia Piedmont fue devuelto a su anterior gobernante, Victor Emmanuel I.
La restauración legitimista de los gobernantes tradicionales de Italia creó una situación inestable. Italia era un país pobre en 1815 y continúo siendo pobre durante las revoluciones que estremecieron a la península en 1848. El norte era tradicionalmente más rico que el sur, basado en sus riquezas mercantiles, y las Reformas Napoleónicas habían abierto grandes secciones de la economía norteña a un mercado mundial. Pero las reformas Napoleónicas también habían herido a muchos granjeros pequeños, que ahora veían como sus tierras eran sustituidas por granjas más grandes y exitosas. Esto incrementó el número de campesinos sin tierra, cuya ira aumentó en proporción a su creencia de que los gobiernos locales no les estaban ayudando. La situación era incluso más difícil en el sur de Italia, donde la tierra era más pobre que en el norte. Aquí las reformas del mercado y el cercamiento de los campos privaron a muchos granjeros pequeños de las protecciones sociales que habitualmente utilizaban para sobrevivir los tiempos difíciles. Y si los campesinos sin tierra del norte tenían dificultades, éstas eran mucho más intensas para los campesinos del sur, donde la tierra era mucho más árida. Así, durante la primera mitad del siglo XIX, Italia estuvo plagada de insurrecciones. Hubo una revuelta muy grande en 1820-21, que derrocó a Victor Emanuel en Sardinia Piamonte. En 1831, hubo otro levantamiento en Boloña que fue aplastado por tropas austriacas. Sicilia se levantó en armas sin tener éxito en 1837 y 1841. Este descontento con los gobiernos conservadores continúo hasta enero de 1848, cuando los Sicilianos de nuevo se levantaron, obligando al Rey Fernando II de Sicilia a dotarle una constitución a su Reino. Este levantamiento, y también el de París, resultaron en una serie de revueltas a través de Italia en áreas como Toscana, Piamonte y Parma. En Venecia y Lombardia, en particular, los levantamientos populares y las tropas de Piamonte, hicieron retroceder a las tropas austriacas. (Los gobernantes de Piamonte, la Casa de Saboya, tenían un viejo interés en sacar a los austriacos). En toda Italia los príncipes locales, como respuesta, otorgaron constituciones. Para marzo de 1848, parecía que Italia iba a tener un orden completamente nuevo. Pero esto no ocurrió. Las tropas austriacas consiguieron apaciguar las revueltas no tan solo en sus propios territorios, sino también en aquellos gobernados por los relativos de los Habsburgo. Con esta muestra de poder, la Revolución en 1848 en Italia llegó a su fin.
Dentro de este contexto ahora podemos sobresaltar dos elementos cruciales que condujeron a la unificación de Italia: primero, la Casa de los Saboya; y segundo, Giuseppe Mazzini; el padre del nacionalismo italiano. Una cosa que muchos príncipes aprendieron de la Revolución de 1848 fue que una reforma conservadora podía evitar demandas de mayor autonomía. Ninguna casa entendió mejor esto que la Casa de Saboya, quién comenzó una campaña agresiva para una reforma conservadora. Su primer paso en este camino fue mantener la constitución de Piamonte de 1849, la llamada Statuto. Esta constitución preveía un parlamento electo que compartía algunas responsabilidades gubernamentales con la monarquía, y por esta razón se volvió una causa que defendieron muchos reformistas. Mantenerla era una decisión inteligente. El Rey Viejo de Piamonte, el reaccionario Carlos Alberto (1831-1849) había sido derrocado por la Revolución de 1848. El nuevo Rey Victor Emanuel II (1849-1878), sin embargo, utilizó la paz que el Statuto le garantizaba para obtener grandes reformas económicas en Piamonte, y fue gracias a estas reformas que Piamonte se volvió el líder de Italia. A esto debemos añadir el político italiano más importante de este periodo, el Conde Camilo Benso de Cavour. Si existe un arquitecto de la unidad política italiana, es él. En los 1850s, Piamonte se volvió la región industrial y económica líder de Italia, gracias a políticas reformistas y de libre mercado que Cavour emprendió a través del gobierno italiano. Nacido en una familia noble, Cavour entró a la política en 1848 como miembro del parlamento Piamontés. En 1850, se unió al gabinete como ministro de comercio y agricultura. Cavour se aseguró de que Piamonte firmara tratados de comercio con una docena de estados diferentes. El gobierno presionó a otros gobiernos para que bajaran sus tarifas, a cambio de que Piamonte bajara las suyas. Esto significó que los productores locales de cosas como vino y seda podían vender más de sus productos, mientras que los bienes manufacturados y baratos de pronto fueron disponibles a los consumidores locales. Los resultados de las políticas de Cavour fueron impresionantes. El comercio Piamontés se triplicó entre 1851 y 1861, ya que extranjeros compraban grandes cantidades de vino, arroz, aceites y textiles. Este aumento en el comercio hizo posible una nueva inversión enorme en infraestructura. La red ferroviaria del Reino, por ejemplo, que no había existido en 1851, era la más grande de Italia en 1861. Así, cuando Cavour murió en 1861, Piamonte se había vuelto el estado más poderoso y económicamente desarrollado de toda Italia, un modelo que otros pronto comenzaron a emular.
En este contexto, Piamonte se volvió el principal motor de la unificación italiana. Pero en contra de lo que ocurriría en Alemania, donde Prusia uniría Alemania ganando guerras, Piamonte lo haría perdiéndolas. He comentado antes que Piamonte trató de echar a Austria de Italia durante la Revolución de 1848. Falló en el intento, porque Austria estaba mejor armado, y porque realmente no recibió ayuda de otras potencias. Piamonte por lo tanto, estaba en una posición diplomática única. Francia quería a Austria fuera de Italia, pero no se arriesgaría a un conflicto abierto con los austriacos, ya que eso introduciría a los británicos en el mismo.
Más aún, Francia también consideraba Piamonte como un estado intermedio necesario. Esto significaba que Piamonte era libre de atacar a Austria cuanto quisiera, sin temer las consecuencias posteriores a la guerra, ya que Francia no dejaría que Piamonte desapareciera. El conocimiento de que los franceses siempre apoyarían a Piamonte, impulsó a Cavour a lanzar una política abiertamente agresiva entre 1856 y 1859. En 1857, rompió relaciones diplomáticas con Austria. En 1858, logró un acuerdo secreto con Napoleón III de Francia que cedía Saboya y Niza a los franceses a cambio de respaldo en una guerra en contra de Austria. En 1859, la guerra ocurrió, pero los franceses se retiraron bajo la presión de los británicos. Piamonte por lo tanto, solo pudo obtener a Lombardia como botín de la guerra. Cavour dejó el gobierno en señal de protesta, pero regreso en 1860. En este punto propuso una serie de plebiscitos cuyo resultado positivo permitiría Piamonte anexar Venecia, Toscana y Modena. Este nuevo grupo de estados ahora sería el Reino de Italia, con la Casa de Saboya en el trono.
Ahora sólo estamos a la mitad del proceso de unificación, pero antes de ir más lejos, necesitamos mirar atrás y considerar el segundo factor de unificación que mencioné antes, Giuseppe Mazzini, el fundador espiritual de la Unificación Italiana. Mazzini es particularmente importante, porque conjunta muchas de las corrientes políticas que discutí en las conferencias de los “ismos”. Nacido en 1805, Mazzini fue influenciado por el Romanticismo, aunque él no era un verdadero romántico. Los Románticos crearon a la nación, viendola como el elemento sobre el cual se basaba toda experiencia cultural. Mazzini era parte de una tendencia liberal dentro del Romanticismo, en el sentido que se veía a sí mismo como un líder en una lucha internacional para emancipar a toda la gente del mundo. Como evidencia de su Liberalismo, debemos notar que incluyó a mujeres, sirvientes, y esclavos en su misión internacional. Pero Mazzini también era italiano. Quería unir las muchas Italias en una sola nación-estado, creyendo que organizar a la gente en estados contiguos era la única manera de traerle paz a Europa. (En eso se equivocaba, claro). El enfoque romántico de Mazzini de la política lo hizo un oponente tanto del Liberalismo como del Marxismo. Veía a los liberales como demasiado preocupados con los derechos individuales, dispuestos a dejar a la nación sufrir a expensas de los individuos. También creía en la propiedad privada, aunque no le gustaban los negocios grandes. Así que Mazzini era una figura muy compleja, y trazar su influencia en la unificación de Italia nos ayudará a vislumbrar algunas de las complicaciones y contradicciones dentro del nuevo estado Italiano. Mazzini pasó sus primeros años en Genova. No le gustaba el orden post-revolucionario y se involucró en movimientos políticos subversivos mientras que era estudiante, uniéndose a los Carbonari, una sociedad secreta dedicada a la reforma liberal. En 1831, fue descubierto y tuvo que ir al exilio. Se estableció en Marsella, que se había vuelto en un refugio de exiliados italianos, y se rodeó de individuos que pensaban como él. Su contribución central fue la fundación de un famoso periódico, La Giovine Italia o Jovén Italia, que hacía propaganda para una revolución en Italia. Un gran movimiento emergió de este periódico llamado “Joven Italia”, con células en toda Italia. (La organización se volvió un modelo para el movimiento “Joven Turco” que fundó la Turquía moderna). En 1833 los genoveses rompieron la organización, al encerrar a algunos líderes locales en la cárcel y obligar a otros a huir. Mazzini respondió en 1834 patrocinando una invasión de Saboya que resultó un fiasco. Esto hizo que lo expulsaran de Francia. Entonces fue a Suiza y después a Inglaterra, donde continuó conspirando en contra de los muchos gobiernos italianos. En 1840, Mazzini se había vuelto el más famoso nacionalista italiano, y una generación entera de líderes políticos futuros aprendieron su nacionalismo de él.
Mazzini estuvo activo durante los 1840s, tratando de comenzar rebeliones en toda Italia. Durante este tiempo, reclutó un aventurero-soldado italiano llamado Giuseppe Garibaldi para conducir una serie de invasiones fallidas y otras correrías. Garibaldi había sido influenciado de más joven por Mazzini, pero sus políticas hicieron que fuera exiliado a Sudamérica, donde básicamente se ganó la vida como pirata. En 1848, Garibaldi regresó a Italia bajo el aliento de Mazzini, trayendo consigo 60 hombres para llevar a cabo la lucha por la independencia. La mayoría de las operaciones de Garibaldi fueron fracasos, pero con cada una tanto él como Mazzini se volvieron más famosos y determinados a dirigir a Italia a la unificación. En 1859, cuando Cavour llevó a Piamonte a la guerra en contra de Austria, Mazzini todavía estaba en Inglaterra, pero regresó rápidamente a Italia después de enterarse de la traición de Francia, tratando de generar problemas.
Desafortunadamente, Mazzini generó problemas, más que nada, para Cavour, ya que odiaba la monarquía y resentía el tipo de unión conservadora que proponía Cavour. No obstante, la ironía es que las maquinaciones de Mazzini en realidad aseguraron que Italia fuera unificada bajo el modelo de Cavour. Mazzini estaba convencido de que un levantamiento en el sur traería consigo un cambio democrático a través de toda Italia. Cuando supo de un levantamiento en Sicilia convenció a Garibaldi de dirigir una expedición allí, para derrocar a los Borbones que todavía mantenían el trono. En una campaña brillante, Garibaldi venció a los Borbones y entró a Nápoles. Desafortunadamente para Mazzini, Garibaldi se había unido al ejército Piamontés y solamente reinó Nápoles en nombre de Victor Emanuel hasta que los oficiales Piamonteses llegaron. Cuando los Piamonteses tomaron el poder, solamente los Estados Papales y Venecia permanecían fuera del control italiano.
El periodo de 1860-1870 marcó el decaimiento del Risorgimento italiano. La única cuestión pendiente era Roma y los Estados Papales, que el Papa todavía reinaba. Lo que debemos mantener en mente aquí, sin embargo, es que Italia era ahora en gran parte irrelevante desde una perspectiva europea. Desde 1864, Otto von Bismarck, había emprendido una serie de tres guerras que terminó en 1870 con la guerra Franco-Prusiana. Mientras que el mundo veía estos eventos, la situación italiana comenzó a significar mucho menos. En 1866, los italianos utilizaron la guerra entre Prusia y Austria como una excusa para atacar a Austria, esperando robar un poco de territorio en Tirol que tenía unos pocos de hablantes italianos. Perdieron de nuevo, a pesar del contundente éxito Prusiano. (Los italianos no obtendrían este territorio hasta 1919, cuando los victoriosos Poderes Ententes se los dieron en la conferencia de Versalles). Esta inhabilidad para mantenerse al tanto con los otros poderes europeos, nos muestran los límites tanto del Risorgimento como de la economía italiana. El Risorgimento fue mucho más importante culturalmente que políticamente. Con el surgimiento de Prusia, la vieja batalla Franco-Austriaca significó mucho menos, e Italia dejó de ser un campo de batalla estratégico. De hecho, a penas si fue importante, ya que Italia no tenía los recursos para competir con Alemania, Gran Bretaña, o Francia. Así, cuando las tropas Italianas entraron Roma en septiembre 20 de 1870, terminando el reinado territorial del Papa, fue algo vergonzoso. No hubo realmente ninguna batalla, y el Papa se retiró rápidamente al Vaticano, donde todavía permanece. Italia ahora tenía una ciudad capital, pero parecía que a nadie le importaba. El gran teórico italiano e historiador Benedetto Croce (1866-1952) dijo del Risorgimento que hasta 1870 la historia de Italia había sido poesía. Después de 1870 sin embargo, descendió hacia la prosa. Esto refleja un poco del desencantamiento con el mundo político. En los tiempos de Croce, el nacionalismo se transformó de una retórica de liberación, en una justificación para el poder y la violencia estatal. Seguiremos un tema parecido la conferencia siguiente.