La semana pasada hablamos de los orígenes del fascismo y nuestros dos ejemplos clave fueron Italia y Alemania. Hoy, queremos unir nuestro entendimiento del fascismo con el comportamiento de Alemania de 1933 a 1945. Como ya hemos discutido, Alemania fue un poder revisionista de 1919 en adelante. En vez de integrar Alemania a un sistema de seguridad Europeo, el tratado de Versalles aislaba Alemania y inflaba con frecuencia las pasiones nacionales. Si Alemania hubiera sido tan poco poderosa como, digamos, Rumania, los efectos de Versalles no hubieran ocasionado ningún problema. Sin embargo Alemania era el estado más poderoso de Europa del Oeste, y una agenda revisionista solo podía causar problemas. Cuando el poder y las penas de Alemania se unieron a una ideología nacionalista agresiva, la inestabilidad Europea y mundial fue el resultado. Se supone que las cosas iban a ocurrir de otro modo. El Tratado de Versalles supuestamente acabaría con todas las guerras. No lo hizo, y la principal razón de este fracaso fue el estado Nazi. Cuando la guerra estalló en 1939, nadie en Europa, incluyendo a la mayoría si no es que a todos los Alemanes, quería otra guerra. Desafortunadamente, Adolfo Hitler entendía esta situación mejor que nadie, y como la cabeza de un estado poderoso y revisionista, estaba en posición de explotar las posibilidades que esto presentaba.
En 1933 Adolfo Hitler tomó el poder de un país que confrontaba problemas internos y externos significativos. Internamente su política y economía eran un desastre. Externamente, tenía una lista de quejas de política exterior. Hitler se ocuparía de todos los problemas de Alemania—de algún u otro modo. Internamente, Hitler alivió mucho de los problemas económicos de Alemania, por lo menos en el corto plazo. Para esto, utilizó programas de obra pública, un programa masivo de rearme y los judíos como chivos expiatorios para convencer a los Alemanes que él era su salvador económico. Sin embargo las políticas de Hitler eran insostenibles en el largo plazo, aunque mucha gente falló en reconocer este hecho. Y el efecto personal en los judíos de Alemania, que muchas veces eran patriotas asiduos, fue horrible. (Una de las ironías más viciosas de la historia es que al contrario de lo que los Nazis pudieron haber creído, un efecto de la unificación Alemana fue que los Judíos en Europa central y del este acogieron la gloria de la cultura Alemana completamente, convirtiéndose los más conservadores de los nacionalistas Alemanes. Por una parte, muchos Judíos estaban profundamente tristes de que el Imperio Alemán desapareciera. Por ejemplo había Judíos en Berlín, que celebraban el cumpleaños del Kaiser cada año, durante la era de Weimar. Por otra parte, los Judíos Alemanes cultivaban su propia jerarquía nacional dentro del nacionalismo Alemán. Los Judíos recién llegados de Europa del este que hablaban Alemán con un acento Yiddish y se apegaban a las tradiciones culinarias y de vestir eran llamados peyorativamente como Ostjuden, o Judíos del Este.) Dejando estas realidades de un lado, Hitler no se satisfizo con simplemente reacomodar Alemania de acuerdo a sus ideas dementes de raza; también quería trabajar de nuevo en el orden de la post-primera guerra mundial. Para entender como logró esto, debemos de ver los éxitos de su diplomacia y los fracasos de la diplomacia de sus homólogos.
Adolfo Hitler era un genio en cuanto a juzgar la fortaleza de la voluntad de otras personas. Entendía que nadie en Europa, y menos que nada los jefes de estado más importante, estaban dispuestos a retar sus demandas. En vez de enfrentarse a Hitler, los otros países respondieron tratando de entender la naturaleza de sus quejas, antes de darle todo lo que él quería. Esto fue conocido como una política de contemporización (appeasement) y supuestamente era la manera más racional de negociar. Para muchos políticos Europeos la guerra era el mayor mal de todos, lo que significaba que era mejor hablar y ceder que forzar la voluntad de uno y arriesgarse a ir a guerra. (El término contemporización tiene una historia interesante por si mismo. Antes de la Segunda Guerra Mundial tenía una connotación positiva. Después de la Guerra, claro esta, esta palabra ha tomado una connotación negativa. De todas las cosas que hacen los estados, no contemporizan, por miedo a que esto de por resultado incluso peores comportamientos). Así, Adolfo Hitler explotó brillantemente el deseo de las potencias Occidentales de prevenir la guerra a través de la amenaza constante de la misma.
En este ambiente diplomático, revisar las partes más onerosas del tratado de Versalles fue la primera tarea de la agenda de Hitler. Este primer gran paso ocurrió en 1933, cuando sacó a Alemania de la Liga de las Naciones. Alemania a penas había sido admitida en 1926 como parte de un acercamiento entre Alemania y Francia. Este fue un movimiento fatal para la Liga, ya que ahora le faltaba el estado más poderoso de Europa. (Ya desde antes le hacía falta la potencia más grande del mundo, los Estados Unidos, ya que el Senado de este país se había negado a ratificar su entrada a la Liga). El mundo ya había visto qué tan débil era la Liga, cuando Japón invadió Manchuria en 1931 y la Liga no hizo nada. Esto marcó la escena diplomática de los 1930s. La Unión Soviética ganó su admisión en 1934, pero para entonces Italia ya no iba a las reuniones del consejo, e incluso llegaría más lejos con su comportamiento. En 1935, Benito Mussolini mandó tropas a Etiopia, esencialmente retando a la Liga a hacer algo al respecto. No hizo nada. En 1939, la Unión Soviética invadió Finlandia y fue expulsado de la Liga de las Naciones por su comportamiento. A Stalin no le importó mucho, y veremos exactamente porqué próximamente.
Un ejemplo de la debilidad fundamental de la Liga fue sus relaciones con Alemania y la Unión Soviética. Alemania había sido cargada de responsabilidad por la Primera Guerra Mundial y le fue denegada su admisión a la Liga de las Naciones. Los Soviéticos por su parte, fueron rechazados por ser Comunistas. Ninguna de las otras grandes potencias querían negociar con un estado cuya ideología oficial llamaba al derrocamiento violento del sistema capitalista. Así, las dos potencias más grandes del Continente estaban aisladas y enojadas, una situación que ultimadamente los haría unirse. En 1922, Alemania y Rusia llegaron a una serie de acuerdos que ahora son llamados retrospectivamente el Tratado de Rapallo. La esencia del tratado era que los Alemanes ofrecían entrenamiento militar y experiencia industrial a los Soviéticos a cambio de entrenar sus ejércitos y probar sus armas en tierra Rusa. Así, aunque el ejército Alemán permaneció pequeño, sus tácticas se volvieron cada vez más letales, y cuando Adolfo Hitler aumentó el gasto militar en los 1930s, las fuerzas armadas Alemanas rápidamente se volvieron la primera fuerza guerrera del mundo.
En contra de este contexto podemos entender mejor las políticas agresivas de Hitler. Su primer paso después de abandonar la Liga fue ganar el completo control del territorio Alemán. En 1936, Hitler remilitarizó el Rhineland al mandar tropas Alemanas allí. El Tratado de Versalles había desmilitarizado el Rhineland, en respuesta al tan pronunciado deseo de Francia de asegurar sus fronteras. Esto fue la legacía del fracaso de Francia en 1870-1. Cuando Prusia unificó Alemania, un resultado práctico fue que los Franceses no podían hacerle frente al poder Alemán por si solos. Necesitaban aliados, y si les hacían falta en cualquier momento, tenían que escoger entre retroceder, o sufrir un fracaso militar.
Aún así, el movimiento de Hitler hacia el Rhineland a menudo es considerado como una de las grandes oportunidades perdidas en la historia de las relaciones internacionales. Aunque la situación estratégica fundamental estaba a favor de Alemania, la remilitarización fue una mentira (bluff) gigantesca. Hitler sabía que en ese momento Alemania no era lo suficientemente fuerte para oponerse a una respuesta bien orquestada de aliados. Las tropas Alemanas de hecho, estaban bajo órdenes de retroceder si veían la más mínima seña de resistencia. Los aliados, sin saber esto, no hicieron nada, y las tropas Alemanas entraron al área en medio de grandes fanfarrias.
El triunfo político de Hitler tuvo importantes consecuencias diplomáticas. Los Belgas eran un aliado Francés y habían acordado construir una extensión de la Línea Maginot a través de su país al mar. Sin embargo la falta de nervio Francesa y la gran presión diplomática Alemana, convencieron a los Belgas no tan solo de cancelar la alianza, sino también de dejar el proyecto Maginot. (En defensa de Francia, también debemos notar que los Británicos dejaron muy en claro que no estaban dispuestos a irse a guerra sobre la cuestión del Rhineland). El resultado fue que la gran red defensiva de Francia simplemente se detenía en la frontera Belga, lo que más tarde le facilitó a los Alemanes la tarea de circundar estas defensas e inmovilizar al ejército Francés contra sus propias defensas. Los Franceses simplemente pudieron haber completado la línea dentro de sus propias fronteras, pero aquí existían dos problemas. Primero, los Franceses temían que cortar a los Belgas podía echarlos a manos de los Alemanes. Sesgundo, Francia había desgastado sus finanzas completando la sección original, y las posibles consecuencias diplomáticas de completar este proyecto hacían parecer el costo excesivo.
Del Rhineland Hitler entonces se volvió hacia el próximo gran problema diplomático, Austria. Prusia le había negado a Austria un papel central en la política Alemana a través de su victoria en la Batalla de Königgrätz en 1886. Así, de 1886 hasta 1918, Austria era un estado multi-nacional centrado en una región de habla Alemana que estaba excluida de Alemania. Sin embargo después de la Primera Guerra Mundial, Austria-Hungría se dividió en una serie de estados más pequeños, de los cuales los más grandes eran Austria, Hungría, Czecoslovaquia, y Yugoslavia. Austria era ahora un estado enjaulado sin acceso al océano, y muchos creían que era demasiado pequeño y aislado para tener vitalidad económica. La impresión era falsa. Hoy Austria tiene exactamente las mismas fronteras y es bastante rico. Los problemas principales de Austria eran el Tratado de Versalles, que cargaba Austria con una cuenta de reparaciones que no podía pagar, y la crisis económica general de los 1029s.
Adolfo Hitler era, claro, un nativo de Austria y esto lo añadió a su embriagante sueño del gran Reich Alemán. Los problemas políticos y económicos de Austria lo hacían un blanco fácil; como Alemania de Weimar, había descendido al caos durante los 1920s y 30s, lo que empujaba la política Austriaca a los extremos, con ejércitos rivales de derecha e izquierda chocando en las calles de Viena. Un resultado de estos problemas fue la victoria del autoritarismo. Austria siempre había sido una región conservadora, pero durante los 1930s políticos como Engelbert Dollfuss crecieron creyendo que el autoritarismo era la única forma de salvar a Austria. Dollfuss era un miembro del partido conservador social Cristiano, y se volvió Canciller en 1932. Tomando prestado mucho del fascismo Italiano fundó una organización paraguas autoritaria llamada el Frente de la Tierra Paterna (Vaterländische Front) que supuestamente uniría a todos los partidos conservadores en contra de la izquierda. Dollfuss mantuvo a la izquierda bajo cierto control, pero no pudo hacer lo mismo con la derecha. Así como el partido Nazi se volvió el más poderoso en Alemania, también los Nazis Austriacos se volvieron los más fuertes de Austria. En 1934, los Nazis hicieron un golpe de estado y ejecutaron a Dollfuss. El golpe falló, porque Benito Mussolini forzó a Adolfo Hitler a repudiar a los conspiradores. El sucesor conservador de Dollfuss, Kart von Schuschnigg disfrutó de más éxito al principio en cuanto al control de la derecha, pero fue incapaz de mantener la independencia de Austria frente la presión Alemana. En 1936, el gobierno Austriaco firmó un acuerdo que unía su política exterior con la de Alemania. En Febrero de 1938, Schuschnigg fue a Berchtesgaden en intentando que Hitler parara de apoyar las conspiraciones Nazi en Austria. Adolfo Hitler humilló a Schuschnigg, demandando una serie de concesiones imposibles y salvajes, antes de mandarlo a casa. Schuschnigg trató de salvar su gobierno llamando a un plebiscito que pedía la unificación con Alemania. Sin embargo Hitler respondió rápidamente, ordenando una invasión en Marzo de 1938. Esto es a lo que los Alemanes llaman Anschluss: Austria ahora era parte del Reich Alemán. A pesar de la prohibición específica del tratado de Versalles acerca de esta unificación, los aliados no hicieron algo mientras que la Alemania Nazi revisaba los acuerdos territoriales de Europa.
Sin embargo al igual que antes, Hitler permanecía insatisfecho. Otro de los grandes problemas históricos que dejó la Primera Guerra Mundial fue la presencia de aproximadamente tres millones de Alemania en Checoslovaquia. Creada después del rompimiento del imperio Austro-Húngaro, Checoslovaquia era un estado multi-nacional que incluía a Checos, Eslovacos, y Húngaros, además de muchos Alemanes en una región montañosa conocida como Sudetenland. Aquí realmente se puede empezar a apreciar la genialidad de Hitler para manejar las apariencias como una táctica de negociación. Empezó haciendo amenazas vagas en contra del estado Checoeslovaco, imputándole cargos acerca de discriminación y violencia en contra de la minoría Alemana residente. Es aleccionador notar que Hitler en realidad nunca pidió nada ni amenazó con ninguna acción en específico. Esto hubiera hecho su posición una cuestión de negociación. No, en cambió se enfureció en contra de un estado vecino y esperó a que los aliados de occidente le dieran todo lo que él quería—cosa que pronto hicieron. A finales de Septiembre de 1938, Neville Chamberlain, el Primer Ministro Británico, voló a Munich y traicionó al estado Checoeslovaco en nombre de la paz. Junto con el Premier Francés, Édouard Daladier, Chamberlain le dio a Hitler todo lo que éste quería, cediendo la entera región de Sudetenland a Alemania. Chamberlain entonces regresó triunfantemente a Gran Bretaña presumiendo el tratado que él y Hitler habían firmado, proclamando que garantizaba la “paz en nuestros tiempos”. A cambio, los Checos obtuvieron una promesa de que los Británicos defenderían lo que quedaba de su estado. Era una promesa vacía.
Uno podría argumentar que Sudetenland estaba lleno de Alemanes y que sí éstos querían estar en Alemania se les debía permitir unirse a ella. (La determinación nacional, era finalmente, el principio básico detrás de los catorce puntos de Wilson, aunque no se aplicaba siempre). Pero no es relevante si había suficientes Alemanes en Sudetenland para justificar esto, ya que la verdadera determinación nacional era una imposibilidad práctica para los Alemanes. Sin el control de las Montañas de Bohemia, el estado Checo no tenía ninguna frontera de defensa. El cargo de Hitler de que los Alemanes eran gravemente maltratados era falso, aunque los Alemanes Sudeten sí tenían quejas reales, ya que los oficiales locales Checos abiertamente practicaban discriminación étnica en contra de la minoría Alemana. El descontento con su trato llevó a la aparición de un partido étnico Alemán llamado el Frente de Casa Alemán (Sudetendeutsche Heimatfront), bajo el liderazgo de un hombre llamado Honrad Heinlein. Heinlein activamente abogó por la anexión Alemana del Sudetenland y en 1935 su partido recibió 2/3 del voto Alemán Sudeten, convirtiéndolo en el segundo partido más grande de la Cámara Checa. Bajo presión doméstica y exterior, el gobierno Checo cedió a casi todas las demandas Alemanas y Sudeten, dándole una autonomía casi completa al Sudetenland. Desafortunadamente, no era posible alcanzar un equilibrio estable con Adolfo Hitler, especialmente después del Acuerdo de Munich. Anexar el Sudetenland no era la meta real de Hitler; quería toda Checoslovaquia. En marzo 14 de 1939, las tropas Nazi invadieron el resto de Checoslovaquia mientras que el Occidente de nuevo no hacía nada. Gran Bretaña no quería guerra, y Francia tenía miedo de confrontar a Alemania sola, así que permitieron que su aliado checo fuera desmantelado.
Alcanzado este punto debemos considerar como es que los triunfos de Hitler no tan solo lo envalentonaron a él sino también a todos los Alemanes. Hitler veía cada una de estas victorias como una vindicación de su visión y sus habilidades diplomáticas; esto es, su cabeza seguía creciendo. Domésticamente también, Hitler se veía cada vez más como un genio. Había remilitarizado la tierra Alemana, traído Alemanes distantes de vuelta al Reich, e incrementado el empleo, todo esto sin disparar un tiro. Un historiador incluso ha sugerido que si Hitler no hubiera ido a la guerra, hubiera sido considerado un jefe de estado incluso más grandioso que Bismarck.
Como ustedes ya saben, esto difícilmente era el final para Hitler, ya que el problema de Polonia todavía existía. Como parte del tratado de Versalles un estado Polaco con acceso al mar fue creado. Sin embargo el problema era que para darle a este estado acceso al mar, la nueva Polonia tenía que cruzar a través de territorios con mayoría Alemana, especialmente la ciudad de Danzig. Así, Prusia del Este fue separada de Alemania y Danzig fue declarado una ciudad internacional libre. La cuestión de Danzig era una espina real para los ojos nacionalistas Alemanes. No nada más se le quitaba territorio a Alemania, pero también se le daba este territorio a los Polacos, gente que los Alemanes nunca habían apreciado. El sentimiento era claramente mutuo. Los Polacos, orgullosos de su nueva independencia, se rehusaron a devolver al llamado Corredor Polaco, aunque en realidad no lo necesitaban. Así, el orgullo nacional impidió a ambas partes llegar a un acuerdo razonable.
Sin embargo este no era el problema real de Polonia. Una cuestión más grande era que tanto Alemania como la Unión Soviética tenían intereses en Polonia. En Agosto 23 de 1939, la Alemania Nazi y la Unión Soviética llegaron a un acuerdo que incluía un amplio espectro de materias, como el futuro de Polonia y la cooperación económica. El acuerdo tenía dos partes. La primera era un pacto de no-agresión que duraría diez años e incluía un tratado comercial bastante favorable a Alemania. El segundo rediseñaba a Europa del Este. Alemania se llevó 2/3 de Polonia, y Rusia el otro tercio, así como también los Estados Bálticos y Finlandia. Este acuerdo sorprendió al mundo. Enemigos mortales lo habían firmado. Que el Nazismo y el Comunismo, dos visiones del mundo totalizadoras y hostiles con una antipatía profunda mutua, pudieran firmar un acuerdo, confundió la visión del mundo de todos. Además, estos dos estados habían acordado desaparecer al estado Polaco del mapa una vez más, y no había nada que alguien pudiera hacer al respecto. En Septiembre 1 de 1939, Alemania invadió Polonia y ocupó aproximadamente la mitad del país. Inmediatamente después, la Unión Soviética invadió desde el Este no nada más ocupando el resto de Polonia, pero también viendo qué tan bien funcionaba el experimento de la libertad democrática en los estados Bálticos. Cuando Francia y Gran Bretaña respondieron con una declaración de Guerra, la Segunda Guerra Mundial oficialmente estaba en camino.
Los meses tempranos de la guerra son mejor caracterizados por dos palabras Alemanas, Blitzkrieg y Sitzkrieg. Blitzkrieg, o guerra de trueno, era un método de ataque que Alemania había perfeccionado durante la Guerra Civil Española, y que utilizaba bombardeos aéreos severos y concentraba el uso del blindaje. La Blitzkrieg de Alemania en Polonia fue salvaje y rápida, ya que los bombarderos Nazi y su artillería clavaron a las ciudades Polacas a la sumisión, y las columnas de armadura Alemanas deshicieron la valiente resistencia Polaca. La batalla por Polonia duró diez días.
Confrontados con otro acto de agresión sin escrúpulos, Bretaña y Francia se vieron finalmente obligados a luchar la guerra que sus políticas habían alentado. Sólo que de nuevo, ningún lado mostraba suficiente voluntad para luchar. En cambio, las tropas Británicas y Francesas se apelmazaban detrás de la línea Maginot, esperando que el ejército Alemán fuera derrocado en la complicada red de defensas. Así comenzó lo que los Alemanes llamaron Sitzkrieg, o guerra sentada, ya que los Británicos y los Franceses no hacían nada, mientras que los Alemanes en el otro lado del Rin esperaban hasta que el Wehrmacht y el Luftwaffe terminarán con Polonia en el Este.
Aunque no mandó tropas a atacar los Aliados de Occidente inmediatamente, Hitler se mantuvo ocupado en otras áreas. En Abril de 1940, lanzó ataques en Dinamarca y Noruega. Dinamarca no pudo ofrecer ninguna resistencia y se rindió inmediatamente. En Noruega, los Alemanes lanzaron una gran invasión anfibia, pero sufrieron fuertes pérdidas inicialmente, gracias a una determinada resistencia Noruega. Sin embargo el poder aéreo Alemán era tan abrumante que la resistencia Noruega se vino abajo en pocos días. En Mayo 9 y 10, Hitler volvió al oeste, invadiendo Bélgica, los Países Bajos, y Luxemburgo. Esta invasión le permitió a los Alemanes circundar la línea Maginot y cortar una serie de tropas Británicas y Francesas, que volaron a Dunkirk, donde fueron evacuadas en cualquier cosa que pudiera flotar. El fracaso del ejército Alemán para perseguir a las tropas a la playa fue un enorme error, ya que básicamente todos los ejércitos Franceses y Británicos fueron evacuados para luchar otro día. El equipo que los aliados dejaron detrás podía ser repuesto, pero los soldados muertos y los POWs no. La decisión de parar el avance retardaría el esfuerzo de guerra Alemán, aunque en Junio 14 las tropas Alemanas de todos modos entraron a París. En Junio22, Francia se rindió. El norte de Francia se volvió territorio ocupado y el sur se volvió un estado títere, gobernado por Marshal Pétain en la ciudad de Vichy.
El problema para Hitler ahora era, sin embargo, que los Británicos se negaban a darse por vencidos. Alemania no tenía ningún manera de invadir las islas Británicas, así que esperaba que los ataques aéreos obligaran a los Británicos a agacharse. Desafortunadamente para los Nazis, Winston Churchill se había vuelto Primer Ministro en Mayo 11 de 1940 y bajo su liderazgo eso simplemente no iba a ocurrir. Esto marcó el rumbo para lo que después se conocería como la Batalla de Bretaña. A los Alemanes les fue muy bien en las etapas tempranas de la Batalla. Los bombardeos aéreos Alemanes se concentraban en campos de aviación, fábricas y instalaciones de radar, cosa que debilitó bastante a los Británicos. Pero esto no estaba funcionando suficientemente rápido para el liderazgo Alemán, así que los Alemanes cambiaron de táctica, bombardeando las ciudades Británicas—bajo la idea de que una campaña terrorífica rompería la voluntad Británica. El cambio en tácticas permitió que los Británicos sobrevivieran, ya que ahora podían producir suficientes aviones para contrarrestar sus pérdidas, encontrar aviones Alemanes con sus radares, y despegar a sus propios aviones en campos aéreos que todavía funcionaban. Los Alemanes en contraste, estaban volando sobre territorio hostil. Para el verano de 1941, los Británicos claramente habían ganado esta batalla; como Napoleón antes que él, Adolfo Hitler se encontró con que conquistar Gran Bretaña era una tarea imposible. Prosiguió un empate estratégico que solamente sería alterado con la entrada de dos potencias más grandes a la guerra, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Dibujaremos estos eventos y lo que significaron en las siguientes dos conferencias.
jueves, 24 de abril de 2008
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