En esta sesión analizaremos cómo la ilustración dejó un legado ambiguo y complicado, en lugar de uno simplemente revolucionario. En general, he argumentado hasta el momento que las ideas de la ilustración acerca de la razón, Dios y el papel del hombre en el universo han tenido un impacto político. En la clase pasada discutimos el vínculo entre la ilustración y la revolución política en las colonias inglesas. En la próxima sesión analizaremos el vínculo con la revolución francesa. Hoy quiero remarcar que las ideas características de la ilustración estaban enraizadas de manera profunda en contextos nacionales diferentes. Si reconocemos este efecto, nuestra perspectiva sobre los efectos políticos de la ilustración se complica. La ilustración no siempre tuvo como resultado una revolución. De hecho, en algunos casos la discusión ilustrada previno de alguna forma la revolución política al hacer estados más fuertes y eficientes. Esto ocurrió de dos formas. Algunos estados se volvieron más poderosos y pudieron suprimir levantamientos. Otros se volvieron eficientes en la provisión de servicios públicos por lo que dominaron el descontento.
En este contexto, vamos a concentrarnos en una criatura extraña que apareció durante el siglo dieciocho, el déspota ilustrado. En algunos lugares de Europa, como Italia, Alemania, Austria, Dinamarca y Rusia, aparecieron gobernantes que querían que sus estados rompieran con el antiguo régimen. Sin embargo, esto no implicó un cambio hacia mayor libertad o participación política. De hecho, en algunos casos, esto llevó al desarrollo de un aparato estatal que funcionaba lo suficiente como para prevenir el incremento en la disidencia social. En esta sesión consideraremos a dos de dichos príncipes: Federico II (segundo) de Prusia (1740-1786) y José II (segundo) de Austria (1765-1790). Primero, discutiré sobre Prusia para después hablar sobre la situación en Austria.
Empezaré con un resumen breve de la historia prusiana. La historia prusiana data desde la Edad Media. En 946, el rey Otto I (primero) (936-973) fundó los obispados de Brandeburgo y Havelberg, que se encontraban al este del río Elba. Para 1134, estos obispados se habían convertido en una unidad administrativa conocida como un marquesado, y el conde Alberto el Oso (1134-1170) fue puesto a cargo de la región (en alemán, el título se llama Mark Graf. En francés e inglés la versión de este título es Margrave. En español es el mismo título que en francés). Desde 1134, podemos hablar de los margraves de Brandeburgo. El margraviato tuvo una larga historia pero no vamos a desarrollarla. Para nuestros propósitos, necesitan entender que Prusia en el sentido moderno apareció hasta el siglo dieciocho, y esta es la dirección a la que vamos.
Por ahora, dejaremos a la Brandeburgo medieval y daremos nuestra atención al siglo quince. En 1415, el rey Segismundo I (primero) (1411-1437), futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, nombró al conde Federico I (primero) de Nuremberg para ser el margrave de Brandeburgo (1415-1440). Federico no era un rey particularmente importante, pero es importante para nosotros en la medida en la que fue el primer Hohenzollern en convertirse en margrave de Brandeburgo (Debo hacer notar que los Hohenzollern fueron una familia medieval con raíces fuertes en la nobleza del suroeste de Alemania. De sus descendientes hablaremos en alguna sesión próxima. De sus descendientes que viven en la actualidad, algunos siguen viviendo en su castillo ancestral de Sigmaringen). Desde este punto hasta 1918, un príncipe de la casa de Hohenzollern gobernaría Brandeburgo y existe una línea directa que corre desde el nombramiento de Federico I (primero) como margrave hasta Federico II (segundo) rey de Prusia.
Federico II nació en 1713, siendo el segundo hijo de Federico Guillermo I (primero) (Cómo se convirtió el margraviato de Brandeburgo en el reino de Prusia es una historia complicada. Es suficiente decir que el abuelo de Federico II, Federico I, fue coronado rey en 1701). Federico Guillermo no fue una persona especialmente culta. No tenía ningún interés en las artes o las ciencias, y regularmente golpeaba a sus subordinados, cada vez que consideraba que estaban siendo descuidados. Sin embargo, Federico era un alma mucho más sensible. Devoto de las artes y la filosofía, estuvo alejado de su padre aburrido tanto como pudo (De hecho, en 1730, Federico trató de escaparse de su casa, pero lo atraparon. Su castigo incluyó no sólo un breve periodo de encarcelamiento pero también ver la ejecución de su mejor amigo). Federico leyó ampliamente, en particular sobre la literatura francesa ilustrada, y mantuvo correspondencia significativa con philosophes como Voltaire. Incluso estableció una corte alterna en su castillo de Rheinsberg, donde una versión de la vida del salón francés floreció. Es una versión, por qué Federico no le gustaban las mujeres y las excluía de su compañía. En Rheinsberg, Federico preparó el momento para traer la ilustración a Prusia, tocando la flauta, leyendo obras para sus amigos y publicando varios trabajos, uno era el Anti-Maquiavelo, ahora un texto famoso en el que argumentaba que los líderes deberían siempre estar motivados por el honor y nunca actuar de manera rapaz y sin consideraciones de poder, como Maquiavelo había sugerido.
El 31 de mayo de 1740, Federico Guillermo I murió y el ilustrado Federico se convirtió en rey de Prusia. En diciembre de 1740, el mismo ilustrado Federico y sus ejércitos invadieron Austria, empezando la primera de las Guerras de Silesia (1740-42). Este era un comportamiento poco ilustrado especialmente porque Federico había deplorado semejante manera de actuar en su libro (Evidencia del bochorno por la brecha entre su libro y su comportamiento se encuentra en la petición a Voltaire de comprar todos los ejemplares, para ser destruidos. Voltaire sí compró muchas copias pero como era Voltaire, se aseguró de que algunas copias estuvieran en circulación). Ahora para volver a la espléndida y pequeña guerra de Federico, podemos decir que la invasión era terriblemente moderna, porque era producto de la raison d’état. Federico no invadió a su vecino para ganar la gloria para su familia y la corona, como Luis XIV (catorce) en Francia hizo durante el siglo diecisiete. Lo hizo porque vio que dicha invasión era necesaria para la supervivencia del reino. Para 1742, Federico había contenido a los ejércitos austriacos y reclamaba la región conocida como Silesia. Antes de que Federico tuviera de manera firme el control sobre Silesia, se desarrollaron dos guerras: la Segunda Guerra de Silesia (1744-45) y la tercera (1756-1762). Con esta medida audaz Federico alertó a Europa de que un nuevo tipo de príncipe había llegado.
Resalto la propensión de Federico a las guerras porque ellas enfatizan un aspecto esencial del absolutismo ilustrado. Federico necesitaba dinero para luchar en esas guerras, lo que significaba que la reforma del Estado y la economía, no de la literatura, eran imperativos políticos. Considerando que la clase pasada enfatizamos los aspectos literarios y sociales de la ilustración, esta sesión abrirá el problema de la reforma del Estado. Los príncipes alemanes eran los reformadores principales de las instituciones estatales en toda Europa. Esto se debe, en parte, a que había muchos príncipes. Después de que la Paz de Westfalia acabó con la Guerra de los Treinta Años en 1648, no había más de trescientos sesenta y cinco principados, cada uno con su propio líder. Algunos de estos principados eran grandes, como el margraviato de Brandeburgo. Otros eran de tamaño mediano como el ducado de Baviera. Otros eran pequeños como el ducado de Weimar (Los duques de Weimar mantenían un ejército de cincuenta soldados en servicio permanente). Percibiendo de manera aguda su vulnerabilidad hacia otros poderes predatorios como Francia, Prusia y Austria, muchos príncipes alemanes modernizaron la administración del Estado para protegerse de las agresiones. Prusia bajo Federico II estaba a la cabeza de esta clase reformista, que irónicamente permitió que se convirtiera en el principal predador de Alemania.
Durante su largo reinado, Federico instituyó varios cambios en su administración. Primero, tomó a la empolvada burocracia que había heredado de su padre y la cuadró al establecer líneas claras de autoridad y un sistema meritocrático. La vieja burocracia había sido colegiada, es decir, que sus principales ministros hacían decisiones en grupo, lo cual es una receta para no hacer nada, como se pueden imaginar. Sin embargo, bajo Federico, los principales ministros fueron puestos a cargo de un solo ministerio, y cada ministro era responsable directamente ante el príncipe. Más aún, estos ministros ahora tendrían que promover a sus subordinados de acuerdo a alguna noción vaga del mérito, y mientras esto ocurría, la burocracia se volvería cada vez más competente. Uno de los principales resultados de esta reorganización fue que el Estado prusiano se perfeccionó en encontrar fuentes de ingreso y gravarlas. Esto significó que Federico tendría más dinero para la guerra de lo que su padre podría haber imaginado – y necesitaría cada centavo. Segundo, Federico enfatizó el apoyo directo del gobierno y la intervención en la economía prusiana. Lo hizo de dos formas diferentes. Por un lado, apoyo nuevas empresas arriesgadas, como la seda, la porcelana y la manufactura de relojes. Por otra parte, intervino fuertemente en la agricultura prusiana, requiriendo varias formas de reforma agraria, cambios en los métodos agrícolas y cultivando nuevos productos como la papa. Los economistas están en desacuerdo sobre los beneficios de la intervención de Federico en el mercado, pero es claro que la agricultura prusiana se benefició de su cuidado, puesto que los métodos antiguos menos eficientes comenzaron a desaparecer lentamente durante el siglo dieciocho. Ahora un tercer punto: Federico reformó el ejército prusiano, importando nuevos métodos de entrenamiento y tácticas. Estos cambios combinados con el genio militar de Federico hizo de Prusia uno e los poderes militares más fuertes de Europa.
He puesto a Federico en el centro de estos cambios, pero es necesario concentrarse en una de las implicaciones centrales que tuvieron las reformas ilustradas de Federico en Prusia: el Estado necesitaba de burócratas para hacer su trabajo diario. Estos hombres (como siempre) eran altamente educados y disfrutaban de suficiente ocio como para ser parte de las esferas ilustradas de la imprenta y la sociabilidad. Existía un gran mercado de la imprenta en Alemania, en adición a los salones y las logias francmasónicas que florecieron en el país. Esto implicaba prácticamente la ilustración alemana siempre incluía los intereses del Estado en sus discusiones públicas. Los teóricos alemanes no consideraron el derrocamiento del Estado sino su mejoría, para servir mejor a sus gentes. Un ejemplo de esto es envolvimiento estatal en la educación.
Los burócratas prusianos ilustrados reformaron en particular el sistema escolar que sería la envidia del mundo en el siglo diecinueve. Por lo tanto, la ilustración alemana se convirtió en una fuerza conservadora, más que una subversiva o revolucionaria.
Encontramos una tendencia similar en Austria. Igual que los Hohenzollern, la familia real austriaca. Los Habsburgo tuvieron una larga historia que se extendía hasta la Edad Media. Eran parte de la nobleza del suroeste de Alemania que dominó el Sacro Imperio Romano Germánico medieval (Probablemente el rey más famoso de todos del Sacro Imperio, Federico II Barbarroja, era de Waiblingen, una pequeña ciudad al suroeste). La familia de los Habsburgo debe su nombre al castillo de las águilas o Habichtsburg, que fue construido en 1020 en el río Aar, actualmente Suiza, y se convirtió en el lugar de poder de la familia. En 1282, un emperador Habsburgo del Sacro Imperio llamado Rodolfo I concedió el ducado de Austria y Estiria a sus dos hijos: Alberto y Rodolfo. Este es el comienzo de una asociación de la familia con Austria que acabaría hasta 1918. Ya habrán escuchado el nombre Habsburgo antes, en sus estudios de historia de México.
José II, fue un descendiente de los Habsburgo medievales, como Carlos V (quinto) y Felipe II de España. No obstante, con Carlos V los Habsburgo españoles se separaron de los austriacos, como el hermano más chico de Carlos, Fernando, quien recibió tierras austriacas por parte de su hermano y, después, asumió el título de Emperador del Sacro Imperio Romano. Con esta ruptura en los Habsburgo, la línea española se va de nuestro recuento histórico.
Veamos ahora el siglo dieciocho. El 20 de octubre de 1740, Carlos VI (sexto) Emperador del Sacro Imperio Romano y archiduque de Austria murió sin un heredero masculino legítimo. Trató de que su reino se mantuviera unido después de su muerte por medio de la Sanción Pragmática (1713), un documento que legitimaba la sucesión de cualquier Habsburgo de entre sus hijos, hombres o mujeres. Los Estados dentro de los dominios de los Habsburgo y otros Estados como Rusia, España, Gran Bretaña, Francia, Países Bajos, Dinamarca e inclusive Prusia, aceptaron. Por lo tanto, la hija mayor de Carlos, María Teresa, se convirtió en archiduquesa de Austria después de la muerte de su padre, aunque en muchas de las tierras austriacas no existían disposiciones para una gobernante mujer. Como se habrán imaginado, tener una mujer con un reclamo débil para detentar el trono de uno de los Estados europeos más importantes fue una de travesura de Federico II. Al utilizar una reclamación antigua de los Hohenzollern tomando como pretexto a Silesia, Federico invadió el siguiente diciembre, imaginándose que una reina débil no sería capaz de tener la fuerza para enfrentársele. Se equivocó y muy mal. María Teresa tomó el reto y se pasó los siguientes veinticinco años tratando de borrar a Prusia del mapa, y casi lo consiguió. No podemos ahondar en detalles, pero esta reina débil luchó tres guerras contra Prusia, la última, la tercera guerra de Silesia, ocurrió entre 1756 y 1763. Ella hacía todo esto mientras tenía trece hijos.
(Antes de continuar, necesito dejar claras varias cosas acerca de esta Tercera Guerra de Silesia, debido a que tiene varios nombres. Primero, al referirme estrictamente al conflicto austroprusiano sobre Silesia, esta es la Tercera Guerra de Silesia. Segundo, al referirme al conflicto más amplio que incluyó a Gran Bretaña y a Prusia por un lado, y a Francia, Rusia y Austria por el otro, lo llamaré Guerra de los Siete Años. Finalmente al referirme estrictamente al conflicto entre Francia y Gran Bretaña en Norteamérica, éste es llamado Guerra de Indias/(I think that is the translation for French and Indian War)
Ahora regresemos a Austria. María Teresa odiaba a Federico II. Incluso se negó a llamarlo por su nombre, refiriéndose a él como “ese prusiano”. Por ello, fue una gran desilusión para ella que su hijo José, su primogénito, fuera uno de los principales admiradores de Federico. Ministros austriacos “ilustrados” fueron tutores de José en lo más reciente de teoría económica, enseñándole que un Estado bien organizado y racional era central para la salud económica de Austria y, por lo tanto, para su supervivencia. A él no le impresionaba el poder de la tradición ni tampoco era particularmente religioso. Su madre era, en contraste, una verdadera creyente católica y fanática, aunque sí vio la necesidad de reforma en vista del éxito de Federico II. José admiraba la imagen de fortaleza y audacia que Federico proyectaba. Por lo tanto, en vez de eliminarlo a él y a su familia, José II emuló el estilo de Federico: un gobierno vigoroso e ilustrado.
En 1765, María Teresa nombró a José corregente, aunque ella hizo todas las decisiones importantes, incluso comenzar un proceso moderado de reforma. En 1780, a la muerte de María, José se convirtió en el único gobernante y se embarcó en un programa ambicioso de reforma. Equilibró el presupuesto estatal, expandió la Universidad de Viena, instituyó una reforma legal, ordenó la abolición de la esclavitud, concedió la libertad de prensa, reformó al ejército y emancipó a los judíos austriaco –aunque José no estaba completamente libre de prejuicios hacia los judíos. Muchas de las reformas de José fueron ampliamente exitosas, particularmente su reforma del ejército y de las finanzas estatales. Y sus concesiones de emancipación religiosa y de libertad de prensa hicieron de Viena un centro cultural muy importante. Por ejemplo, la Universidad de Viena era ampliamente admirada por su centro de investigación médica y el hospital local era considerado el mejor del mundo.
Sin embargo, un área en la que falló José fue en su intento de reformar la iglesia austriaca. En efecto, José quitó el control de la iglesia a los obispos católicos, negándoles el derecho de educar y nombrar sacerdotes. Disolvió más de setecientos monasterios, dándoles a los monjes expulsados una pensión pero destruyendo las valiosas obras de arte religioso.
Su impaciencia con la iglesia produjo una amplia resistencia a lo largo de su imperio, en la medida en la que la gente se negaba a aceptar los cambios impuestos en su vida espiritual. También falló en su intento de eliminar la esclavitud en su imperio, puesto que el Estado austriaco no podía proyectar el suficiente poder para vencer la fiera oposición de la nobleza local contra el cambio.
En la época de su muerte en 1792, producida en gran parte por su exceso de trabajo, José estaba ampliamente desilusionado de los resultados de su trabajo. El hermano de José le sucedió en el trono con el nombre de Leopoldo II. Leopoldo también era un reformador “ilustrado” al haber reformado el Estado y la economía de una posesión de los Habsburgo: el gran ducado de Toscana.
Leopoldo revocó muchas de las más onerosas reformas religiosas, pero también mantuvo otras reformas en las finanzas estatales y la economía. Tenía un sentido mucho más refinado del valor de las relaciones públicas y reconoció que la gente no puede ser presionada mucho más allá. No obstante, el hecho de que Leopoldo haya mantenido muchas de las reformas de José sería un ingrediente clave en darle a Austria la fortaleza para luchar contra la Francia revolucionaria y napoleónica. Hablaremos sobre la venida de la revolución francesa la próxima vez.
jueves, 31 de enero de 2008
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