jueves, 31 de enero de 2008

Sesión 4: Francia Explota

Hoy, quiero discutir los orígenes y el estallido de la revolución francesa. La revolución oficialmente empezó, como muchos de ustedes saben, el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla. Pero este acontecimiento tuvo sus orígenes en la historia de Francia y en la historia del siglo dieciocho. Ya he discutido dos orígenes de la revolución: el movimiento literario conocido como ilustración y, más directamente, la revolución estadounidense. La joven república en las colonias inglesas se convirtió en el odio de Francia, al mismo tiempo que estadounidenses como Thomas Jefferson y Benjamín Franklin eran adorados en la vida social francesa por su combinación de ilustración con sencillez. La obsesión francesa por la revolución estadounidense estaba justificada hasta cierto punto pues Francia la había financiado. El dinero francés y otras formas de apoyo hicieron posible la victoria estadounidense sobre el ejército británico. Pero es aquí donde encontramos un problema fundamental para los franceses: Francia ya estaba endeudada por las dos guerras previas que había luchado contra Inglaterra y sus aliados. La Guerra por la Sucesión Española (1701-1711) y la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Al ya aplastante peso de la deuda de guerras previas se añadió esta nueva deuda estadounidense, y para mediados de la década de 1780, la mitad de los ingresos del Estado francés se destinaba a financiar la deuda.
El incremento en la deuda exacerbó un problema interno de hacía muchos años: era notoria la ineficiencia del sistema fiscal. Muchos de los ricos casi no pagaban impuestos y la mayor parte de la carga impositiva recaía en los campesinos. El problema para el Estado francés era lo limitado del ingreso de los campesino por lo que no era posible recaudar ingresos adicionales. Lo que quedaba para recaudar provenía de los ricos, compuestos por nobles y un grupo emergente de empresarios (No había una diferencia real entre estos grupos pues la burguesía se casaba con la nobleza y muchos nobles eran empresarios). Gran parte de los adinerados estaban dispuestos a pagar impuestos pero sólo a cambio de representación más directa en el gobierno. Ya hemos hablado de los Estados Generales, una institución corporativa en la que la gente estaba representada por estamentos. La nobleza tenía un voto, el clero también y el tercer estado –básicamente el resto de la gente- también tenía uno. El clero y la nobleza podían contar con la unión de sus votos por lo que era poco probable que el interés popular fuera representado.
En este punto es necesario tener en cuenta dos cosas. Primero, a pesar del conservadurismo característico de los Estados Generales, a los reyes franceses no les gustaba convocar a sesiones (Se reunió una vez en el siglo dieciséis y otra en el siglo diecisiete). Segundo, los intereses tradicionales de los estamentos franceses estaban en un proceso de cambio. La nobleza, que alguna vez vivió a costa de los campesinos, comenzaba a involucrarse en el comercio y algunos de ellos se estaban volviendo muy ricos. El tercer estado, que incluía solamente a un grupo pequeño de mercaderes, se estaba volviendo económicamente más poderoso a medida que el siglo dieciocho avanzaba. Los nuevos adinerados cimentaron una alianza con la vieja élite. De acuerdo con la constitución francesa esto creaba una situación inestable. Un gran número de franceses no tenían experiencia en política y negociación pública. Más aún, los acuerdos sociales más antiguos que muchos utilizaban para entender la política no eran vigentes. En esta situación inestable, el rey tropezó con la carga del incremento de la deuda y para obtener nuevos fondos convocó a los Estados Generales el primero de mayo de 1789. Francia y el resto de Europa nunca serían lo mismo.
El llamado a Estados Generales tendría amplias implicaciones sociales y políticas. Por ley, cada distrito tenía derecho a redactar una lista de quejas –llamada cahiers de doléances- que sería expuesta en la próxima junta. El problema era que la mayoría de estas listas nunca llegaba a ser leída pues los intereses de la nobleza y el clero se volvían el centro de la atención. El francés “promedio” realmente pensaba que estos cahiers eran respetados cuando en realidad no lo eran. El sentimiento de frustración entre la población creció y mientras los cuerpos locales -a los cuales estaba convenida la redacción de dichas listas- permanecían en sesión la ira aumentó. Por tanto, el sistema político francés estaba al borde de la ilegitimidad. No sólo la élite política tenía suficiente razón para estar insatisfecha con el rey sino que una gran cantidad de la población también lo estaba.
Por su parte, el rey creyó que la reunión de Estados Generales simplemente serviría para incrementar los ingresos fiscales. Se sorprendió que el tercer estado tuviera ideas diferentes. Los representantes populares querían reformas de largo alcance para la estructura política en su conjunto. Un incremento en los impuestos era lo que menos les preocupaba. El rey y sus consejeros se sorprendieron por la gran cantidad de demandas pues no tenían un programa real de reformas que ofrecerles a los descontentos. El rey únicamente pudo ofrecer una reforma política ligera en la que el tercer estado recibiría dos votos en los Estados Generales. Esto sólo auguró un punto muerto pues el tercer estado no podría superar el voto de los otros dos estamentos. El resultado fue que el 17 de junio de 1789 el tercer estado se retiró de los Estados Generales y se autonombró Asamblea Nacional. Este fue el inicio de la primera fase de la revolución que va de 1789 a 1791. El clero y la nobleza pronto se unieron a la Asamblea Nacional. Se generó una lucha entre el rey y la nueva asamblea que resultó en la completa deposición del gobierno. Esto incluyó la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789. El 4 de agosto la nueva Asamblea abolió el antiguo orden feudal, eliminó deberes feudales, privilegios legales, etc. Tres semanas después la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Desde este punto en adelante los franceses ya no eran súbditos del rey sino ciudadanos con igualdad ante la ley.
Esta era una época increíblemente optimista para Francia y para una gran parte de Europa también. Todo parecía nuevo y posible. El viejo sistema de pesos y medidas fue abolido y se estableció un sistema métrico uniforme. Las lenguas y dialectos locales fueron desalentados en la medida en la que el francés se convirtió en el idioma de instrucción en todas las escuelas. Las carreras fueron abiertas oficialmente para los más talentosos. El joven poeta ingles William Wordsworth viajó a Francia en 1790 para ser testigo de la revolución y se enamoró de la energía que parecía emanar la revolución. En 1805 al mirar el periodo revolucionario, Wordsworth escribió: “bendecido aquel que estaba vivo pero ser joven era la gloria”. Sin embargo, fuerzas poderosas se empezaban a salir de control. Francia tuvo dos malas cosechas seguidas en 1787 y 1788. Para 1789 el precio de los productos básicos como el pan se incrementó siete veces. A pesar de lo que la élite política dijera sobre la necesidad de libertad lo cierto es que la gente se oponía a pan caro y altos impuestos. Por su parte la Asamblea Nacional trató de resolver el problema de la deuda al nacionalizar todas las propiedades de la iglesia. Esto no solucionó el problema de la deuda pero arrojó a la mayoría de la Francia rural a una guerra civil. Como en el caso de Austria, los campesinos eran muy conservadores en asuntos de religión.
De regreso a París, los problemas sólo parecían ponerse peor. La Asamblea Nacional no quería poderes totales, sólo quería compartirlos con el rey. Esto fue puesto en evidencia por la así llamada constitución de 1791, un documento moderado que restringió los poderes del rey al convertirlo en monarca constitucional. El rey se negó a sancionar cualquier cambio de la Asamblea Nacional y trató de huir a Francia la noche del 20 al 21 de junio en la llamada Huída de Varennes. El rey y su séquito fueron apresados en la frontera por un guardia alerta y llevado de vuelta a París. Antes de continuar, necesitamos analizar porqué el rey trató de huir del país. Desde julio de 1789 una gran cantidad de aristócratas y de clérigos huyeron hacia Alemania. Estos émigrés o emigrantes eran leales al antiguo régimen e instalaron colonias francesas en las ciudades alemanas sobre el Rhin, donde planeaban una contrarrevolución. Como se pueden imaginar, el rey quería incorporarse a sus leales partidarios, para regresar a París como triunfador. Obviamente, muchos de los franceses odiaban a esta gente y se sentían amenazados.
La huída del rey radicalizó a la población y marcó una nueva fase armada de la revolución. Después de su regreso a París, el rey tomó y juró la constitución pero nadie le creía: el rey se había convertido en algo intolerable. Esta dinámica de un rey reacio y revolucionarios sospechosos empujó a Francia a una guerra. El tamaño masivo de las guerras resultantes tuvo origen en una combinación única de crecientes tensiones nacionales e internacionales. Inicialmente, la mayoría de las potencias extranjeras se mostraban indiferentes a los acontecimientos en Francia. Ésta había sido la nación más fuerte y más agresiva en el continente y si se involucraba en una guerra civil, a las potencias les daba igual pues mantendría al ejército francés alejado de una guerra con ellas. Entonces la Asamblea Nacional proclamó un principio revolucionario: toda la población tenía el derecho a la autodeterminación nacional. Si se acuerdan de la primera sesión, había muy pocas repúblicas en el mundo durante esta época y la articulación de dicho principio universal amenazaba a la mayoría de las potencias. Internamente, la presión política también se incrementaba. Francia continuaba sufriendo por las malas cosechas de 1787 y 1788. Fueron tan malas que la hambruna se desató. En 1791 hubo otra mala cosecha.
Durante el invierno de 1791-1792 los precios del pan subieron a cantidades estratosféricas, y el resultado fueron todo tipo de disturbios públicos. Por lo tanto, para finales de 1791 surgió una alianza dentro de Francia que precipitó la guerra. Por u8n lado, los revolucionarios radicales que querían exportar la revolución se unieron a Luis dieciséis, quien esperaba recobrar sus poderes por medio de una victoria militar o una derrota total. Por otro lado, la crisis interna favoreció que los franceses tuvieran una visión de sus problemas en términos de conspiraciones extranjeras e injerencia. El 20 de abril de 1792 Francia le declaró la guerra a Austria. Prusia se unió a la guerra tres meses después, y sus ejércitos combinados avanzaron hacia París.
Desde ahora todo saldría mal. Los ejércitos franceses lamentablemente eran inadecuados. Los oficiales del ejército desertaron en el campo de batalla y había pocos soldados para luchar. Predeciblemente, todo el mundo culpaba a los demás por la terrible situación militar y el resultado fue una radicalización más fuerte de la política francesa. La nación se convirtió en el fundamento de toda la retórica política lo que significó que los desacuerdos sobre las políticas a implementar fueran automáticamente vistos como traición. En el verano de 1792 salieron llamados de París hacia todas las regiones de Francia para mandar tropas y defender la revolución. Incluso se habló de la necesidad de deponer al rey. Tropas voluntarias de la guardia nacional comenzaron a llegar a París de todas partes de Francia. Uno de los últimos regimiento en llegar vino desde Marsella. Estas tropas llegaron cantando una canción de libertad que recientemente había sido muy popular en esa región; la canción llamó la atención del público y la llamaron La Marsellesa (La Marseillaise). Hoy, La Marsellesa es el himno nacional de Francia y con cada interpretación la gente canta cómo la sangre de los enemigos inundará los campos franceses, un remanente vívido de la violencia y miedo que permeaba a Francia durante aquella época.
Para agosto de 1792, París estaba llena de hombres enojados y totalmente armados. Dos cosas sucedieron como resultado de esta situación. Primero, el 10 de agosto de 1792 una masa de hombres armados avanzaron hacia la residencia real y aprisionaron al rey y a su familia. Los revolucionarios declararon que la corona estaba vacante y convocaron a la creación de una nueva constitución y al enjuiciamiento del rey. En este punto, París efectivamente tomó el mando de la revolución y en esta situación tan álgida los radicales comenzaron a demandar la sangre de los traidores. La masa avanzó hacia las prisiones francesas que estaban llenas de nobles y clérigos que se oponían a la revolución y los ejecutaron a todos. Estas ejecuciones fueron llamadas las Masacres de Septiembre y aproximadamente mil personas fueron ejecutadas públicamente en defensa de la revolución. Para el seis de septiembre, la autoridad central paulatinamente empezó a tomar el control y para el veinte de septiembre el orden regresó a Francia. Dos factores fueron responsables de ello. Primero, una nueva asamblea –llamada Convención Nacional- fue electa. Este fue un cuerpo más radical y mucho más acorde al sentimiento político de aquel entonces. Segundo, la fuerzas francesas finalmente obtuvieron la victoria al derrotar a las tropas prusianas en Valmy. Los austriacos y prusianos salieron de Bélgica en una disputa sobre Polonia, y ya no había quien detuviera la exportación de la revolución francesa.
En este punto, la revolución se convertía progresivamente en algo más radical. Como antes, debemos tener en cuenta la relación entre las tensiones nacionales e internacionales. Internamente, una lucha masiva aseguró el control del Estado francés. Dos grupos dentro de la Convención Nacional estaba en pleito: los jacobinos y los girondinos. Ambos grupos se autonombraban revolucionarios pero cada uno tenía una visión diferente para el país. Los jacobinos, dirigidos por Maximiliano Robespierre, eran políticamente radicales pus pedían representación directa para el pueblo. Los girondinos, liderados por Georges Danton, apoyaban la representación indirecta y querían que la convención representara a más regiones, no sólo a París. Lentamente, la visión jacobina ganó. Aunque los girondinos intentaron evitarlo, el rey fue ejecutado por traición el 21 de enero de 1793. La reina María Antonieta fue ejecutada nueve meses después. Mientras esto pasaba, los ejércitos franceses ganaban repetidamente contra sus enemigos. Los ejércitos avanzaban tan lejos al este hasta Austria y tan lejos al norte como los Países Bajos. A donde quiera que iban , los ejércitos franceses declaraban el fin del antiguo régimen y establecían gobiernos revolucionarios.
El expansionismo francés abrió la puerta para una guerra más grande. La invasión francesa hacia los Países Bajos obligó a que Inglaterra se metiera en la guerra debido a que los ingleses no iban a permitir que los franceses controlaran los puertos holandeses. Este es el comienzo de la primera gran coalición pues Gran Bretaña, Austria, Prusia, España y partes de Italia se aliaron contra Francia. Para el verano de 1793, Francia parecía perder la guerra otra vez pues las tropas prusianas y austriacas avanzaban hacia París. El progreso de la guerra incrementaba la presión interna en Francia y radicalizaba la política francesa mucho más fuerte que antes. Para el verano de 1793 los jacobinos habían derrotado a los girondinos en la Convención Nacional. Para el 5 de septiembre de 1793 una orgía de purgas que los historiadores llaman ahora el gobierno del terror comenzaría –un periodo de diez meses en el que el revanchismo político y la masacre serían las principales características.
El gobierno del terror fue producto de circunstancias complejas. La convención Nacional no llevaba los asuntos diarios del gobierno, eso se ele encargó a un grupo llamado Comité de Salud Pública. Este comité estaba compuesto por los miembros más radicales de la asamblea, incluyendo a Maximiliano Robespierre. Con los ejércitos extranjeros amenazando Francia, muchos miembros del gobierno buscaban chivos expiatorios. La necesidad de encontrarlos coincidió con el deseo de eliminar a sus enemigos políticos. El resultado era predecible: juicios estelares y ejecuciones públicas que se convirtieron en la actividad política diaria. Cada vez que el Comité enfrontaba a la oposición política aumentaba el terror contra sus oponentes. Entre el 10 de junio y el 28 de julio de 1794 –el clímax del terror- mil cien personas fueron ejecutadas en París solamente. Después de este periodo particularmente sangriento el clamor popular por las ejecuciones disminuyó y la Convención Nacional asumió mayor control sobre el Comité de Salud Pública. Además los ejércitos franceses obtuvieron una serie de victorias contra la primera coalición, lo cual hizo menos necesaria la violencia. El 27 de julio de 1794 Robespierre fue depuesto de la Asamblea Nacional. El gobierno del terror fue interrumpido el 28 de julio con la ejecución de Robespierre y ciento siete de sus colaboradores más cercanos. Este cambio conservador de la revolución es conocido como la revolución Termidor debido a que ocurrió durante el mes del Termidor. En total, dieciséis mil quinientas personas fueron ejecutadas durante el gobierno del terror. Probablemente cuarenta mil más murieron en prisión debido a las miserables condiciones en que se encontraban. Además, quinientos mil aproximadamente fueron a prisión por supuestos crímenes políticos.
Cuando los Termidor tomaron el poder, inmediatamente trataron de eliminar las estructuras sociales y políticas que habían llevado a la época del terror. Se eliminaron los puestos permanentes del Comité de Salud Pública y éstos comenzaron a rotarse. Además se prohibieron los clubes políticos especialmente de jacobinos, los cuales habían sido la base del radicalismo. Sin embargo, la ejecución de Robespierre no terminó con los problemas políticos internos. La contínua situación económica precaria llevó a más levantamientos y –más importante aún- llevó a intervenciones militares. El 1 de abril de 1795 los trabajadores parisinos se levantaron en contra del gobierno y las tropas tuvieron que acallar la sublevación. El 5 de octubre de 1795 los realistas hicieron un levantamiento que fue acallado por un joven general de nombre Napoleón Bonaparte. En medio de este conflicto turbulento, la Convención redactó otra constitución, la tercera desde 1789. Este fue un documento conservador que creó una autoridad central conocida como el Directorio. Tenía cinco miembros llamados “directores”. El Directorio se mantuvo hasta el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Los Termidor cometieron menos matanzas pero no acabaron con la revolución. La guerra contra las potencias extranjeras continuó. La primera coalición que mencioné fue derrotada cuando los prusianos abandonaron la guerra. Aplastantes victorias contra los austriacos continuaron en 1796 bajo la dirección de Napoleón Bonaparte. A éste se siguieron varios triunfos con una desastrosa invasión a Egipto, en lo que era un intento de exportar la revolución francesa al Imperio Otomano. Sin embargo, él pudo mantener en silencio las noticias de su derrota. Cuando Napoleón regresaba a Francia sus enemigos empezaron a ganar más batallas, especialmente a lo largo del Rhin y en los Países Bajos. Hasta este momento, parecía como si Francia regresara al gobierno del terror. Con el objeto de evitar la derrota y al mismo tiempo otro gobierno del terror los directores de Francia buscaron un hombre fuerte. Éste los encontró primero. El 9 de noviembre de 1799 Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado y se convirtió en el primer cónsul de Francia. La República Francesa no estaba perdida pero sus días estaban contados. Hablaremos de su fallecimiento en la próxima semana.

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