Durante las ultimas sesiones hemos hablado acerca de las revoluciones como eventos separados que han tenido un impacto de largo plazo. La revolución estadounidense, la revolución francesa y la hegemonía de Napoleón se sintieron inmediatamente debido a que eran eventos políticos. La gente en toda Europa tomó nota de la toma de la Bastilla que sucedió el 14 de julio de 1789. La derrota de Napoleón en Waterloo el 18 de junio de 1815 da otro punto de referencia muy claro y distinto para nosotros. Por ello, es fácil hablar de estas revoluciones. Podemos ubicarlas en un periodo que comienza en 1789 y finaliza en 1815.
Hoy voy a hablar sobre revoluciones en un sentido diferente –uno que toma una visión más amplia de la historia. Haciendo a un lado los sucesos políticos enfatizaré estructuras profundas que afectaron a casi todos los europeos, aunque muchas personas no se hayan dado cuenta de lo que pasaba en ese momento. Específicamente considerare las fuerzas económicas y demográficas en el periodo de 1750 a 1850. Dichas fuerzas fueron a menudo invisibles pero muy poderosas y querrán tomar nota de los cambios tan inmensos que los las mejoras económicas y demográficas trajeron a la vida diaria. En 1815 para muchas personas, como los campesinos por ejemplo, no era posible ver a 1789 y preguntarse si algo realmente cambió. Sin embargo, en 1850 era posible voltear hacia 1750 y decir que todo había cambiado. La estructura de la economía y sociedad europeas habían alterado de manera dramática la vida de todos, por lo que era necesario reconocer que un cambio fundamental había ocurrido.
Quiero comenzar, con algo que quizá es de lo más aburrido que un historiador puede hablar: el crecimiento de la población. Empezando alrededor de 1750, Europa tuvo un periodo largo de expansión de la población que seguiría hasta el siglo veinte. Entre 1750 y 1800, la población europea creció a una tasa de punto cincuenta y cuatro por ciento(.54%). En 1750 Europa tenia ciento cuarenta (140) millones de personas. En 1800 ese número se había incrementado a ciento ochenta (180) millones. Durante los próximos cincuenta años de 1800 a 1850, las tasas de crecimiento de población se duplicaron alcanzando una tasa anual de punto noventa y ocho por ciento (.98%). Para 1850, Europa tenía un estimado de doscientos sesenta y cinco (265) millones de personas. Ahora lo que necesitamos preguntarnos son dos cosas: ¿Por qué sucedió esto? ¿Qué significa?
Existen dos escuelas de pensamiento entre los historiadores que buscan explicar este incremento en la población. Una escuela sostiene que el crecimiento poblacional se debió a un incremento en las tasas de natalidad. Más mujeres tenían más bebés. La otra escuela sostiene que el incremento se debió a una disminución en las tasas de mortandad. Como la persona “promedio” vivía más, Europa se lleno de más personas cada año. El hecho de que no haya información suficiente para decir cuál escuela tiene la razón realmente no importa. Lo que es importante es que la población europea creció y esto tendría consecuencias dramáticas. En un momento, discutiremos las razones subyacentes para el crecimiento.
Antes de continuar, necesitamos analizar la segunda pregunta: ¿Qué significa este incremento de la población? Su significado surge cuando comparamos a Europa con el resto del mundo. Analicen la tabla de población que les he dado. Noten que el numero de habitantes europeos como porcentaje de la población mundial se incremento de manera sostenida desde 1750 hasta 1900. En 1750 Europa tenia el diecinueve punto tres por ciento (19.3%)de la población mundial. Para 1900, el porcentaje se había incrementado a veintitrés punto dos por ciento (23.2%). Desde ese entonces empezó a disminuir como se muestra en los datos de 1995. Europa tiene actualmente menos del catorce por ciento (14%) de la población mundial e incluso ese porcentaje está disminuyendo, un hecho que tiene implicaciones importantes para las relaciones internacionales en los años próximos. Lo que esto sugiere para el periodo que estamos analizando es parte de la explicación para la dominación europea desde el siglo dieciocho hasta el siglo veinte es el crecimiento sostenido de la población. Esto no explica todo, por supuesto, pero es un factor importante en la expansión del imperialismo europeo. Una razón por la que los europeos podían proyectar su poder era porque tenían la población suficiente para hacerlo.
Ahora analicemos las causas subyacentes del incremento de la población. Los historiadores enfatizan dos: la reorganización de la agricultura y el desarrollo de los métodos industriales de producción. Comenzaremos con los cambios en la agricultura. Los métodos agrícolas del siglo diecisiete no eran muy diferentes de los utilizados en el siglo catorce. Los granjeros utilizaban las mismas herramientas, cultivaban los mismos productos y tenían las mismas preocupaciones. La hambruna siempre estaba detrás de una mala cosecha. La situación miserable se debía en su mayor parte a la organización de la agricultura. Los granos eran el principal producto de Europa pero agotaban el suelo muy rápido. Para lidiar con el agotamiento del suelo, los campesinos medievales desarrollaron un sistema de dos campos. Plantaban un terreno con grano y no plantaban nada en el otro. Este mecanismo era ineficiente ya que la mitad del suelo productivo europeo no era sembrado y por lo tanto se limitaba la cantidad de comida disponible.
Durante el siglo dieciocho se reunieron diferentes factores que hicieron posible la reorganización agrícola. El primero fue el uso alternado y en incremento de otros cultivos como el nabo, trébol (you wrote clover but the translation in Spanish is shamrock) , y algarroba. El segundo cambio fue hacia un sistema de tres campos. En vez de dividir sus terrenos a la mitad, los campesinos los dividieron en tres. El primer tercio lo plantaron con grano, el segundo con nuevos productos como los mencionados y el tercero se dejaba sin cultivar. Los nuevos productos trajeron dos ventajas distintas. Por un lado fijaban nitrógeno en el suelo, reemplazando lo que los granos habían utilizado, de tal forma que se incrementaban los rendimientos la próxima vez que el campo fuera plantado. Estos nuevos productos también eran aptos para alimentar animales por lo que los animales de granja tendrían más que comer. Animales bien alimentados producen más abono, que utilizado como fertilizante, también incrementaban los rendimientos de los terrenos. Los resultados fueron impresionantes. En Inglaterra, que estaba a la cabeza de la reforma agrícola, el rendimiento promedio de una semilla era de 10 a 1. Para el continente, que iba más lento en la aceptación de los nuevos métodos, era aproximadamente 4.5 a 1 (Sólo para propósitos comparativos, el rendimiento actual de una semilla para el campesino promedio es de 25.5 a 1).
Dicho todo esto, los granjeros podían producir más comida y mantener a más animales lo que significaba que Europa podría sostener a una población más grande. Esto es lo que los historiadores llaman un ciclo agrícola. Más comida significaba más personas lo que significaba más tierra cultivada. Entre 1800 y 1860, por ejemplo, la cantidad de tierra cultivada en Europa se incrementó en un setenta y cinco por ciento (75%). Al tener más tierra cultivada se creo un mercado de productos agrícolas más amplio debido a la aparición de un mercado nuevo que no era de agricultura de subsistencia.
En el sur por ejemplo, más agricultores comenzaron a especializarse en uvas para la producción de vino y brandy. Otros cultivaban árboles de morera para la producción de la seda u olivos para producción de aceite. En el norte, los agricultores cultivaban remolacha azucarera, lúpulo y lino. Estos productos especializados iban a parar al mercado donde los agricultores obtenían mejores precios y les permitían comprar otros productos que necesitaban pero que no podían producir. Como resultado, en muchas áreas las personas obtuvieron un mayor acceso a una variedad de comestibles, y la producción de estos se volvió regional en vez de local.
Todo esto se oye muy bien en retrospectiva pero el proceso de cambio en la agricultura fue lento y disparejo. La resistencia al cambio estaba incrustada en la naturaleza comunal del sistema. Hasta que la reforma agrícola se solidifico, los campos eran organizados en pequeños terrenos que se distribuían de forma radial de los comunes (from a commons) Los comunes proveían de ganado de pastoreo y los campos eran tan pequeños que los animales debían ser alimentados de manera conjunta. No tenia sentido darles la vuelta a un grupo de bueyes sobre un terreno que al mismo tiempo tenia que ser arado y era muy pequeño. Por lo tanto, un pueblo poseería una yunta de bueyes y araría al mismo tiempo cada año. Esto significaba que todos los granjeros tendrían que cultivar los mismos productos.
Los nuevos métodos rompieron las interconexiones sociales tradicionales en las que la agricultura se había basado. Los commons eran distribuidos y los granjeros individuales tomaron sus decisiones acerca de que cultivar y cuando plantar, arar, cosechar, etc. Además, en la medida en la que las granjas se volvieron más productivas y se integraban a los mercados locales, también necesitaban menos trabajadores que crearon un superávit de trabajadores que discutiremos en un momento.
Antes de continuar necesitamos recordar dos cosas. Primero, esta fue una revolución muy gradual. Durante mucho tiempo el crecimiento agrícola fue tan lento e irregular porque los mercados eran muy limitados debido a la naturaleza perecedera de los bienes agrícolas. No sería sino hasta 1820 cuando los ferrocarriles aparecieron y un gran mercado para dichos bienes sería creado. Además, el antiguo régimen persistía en algunas áreas. En Europa Oriental muchos campesinos todavía eran siervos lo que evitaba cualquier reforma real en los métodos. En Europa Occidental, el antiguo régimen continuaba también pero porque los campesinos lo deseaban. Los derechos tradicionales llamados “servidumbres” como recoger frutas caídas de los árboles o el pastoreo continuaban vigentes. Esto significaba en esencia, que la gente todavía tenía derechos sobre las tierras de los demás aunque un claro dueño hubiera sido establecido legalmente. Por esta razón, en el mejor de los casos la revolución agrícola fue dispareja. Cuando los cambios ocurrieron había más comida. Pero sin una revolución legal y completa los granjeros no podrían haber tomado todas las ventajas de los nuevos métodos. En muchas formas la revolución legal vino al continente sólo con Napoleón.
Antes de cambiar de tema y hablar de la actividad manufacturera, necesitamos anclar la revolución agrícola más claramente en los acontecimientos históricos. En todos estos avances Inglaterra sentaba la pauta para llevar al continente. La principal razón para esto fue un fenómeno de finales del siglo diecisiete llamado el movimiento “enclosure” o de cercado. El tribunal real inglés y después el Parlamento, emitieron una serie de decretos que requirieron que toda la tierra de granjas fuera cercada. Los pequeños granjeros que no podían costear las cercas fueron despojados de sus tierras. De esta forma las granjas inglesas se volvieron más grandes durante el siglo dieciocho, lo que permitió una mayor experimentación. Como resultado, los ingleses estaban al frente de la innovación agrícola. Un ejemplo fue el desarrollo del sistema Norfolk de cuatro campos What happens to the fourth?. Bajo este sistema de plantación el año en el que se dejaba de cultivar desapareció completamente y diferentes productos fueron cultivados subsecuentemente. En el primer año se plantaba grano. En el segundo se sembraban nabos. En el tercero se plantaban cebada, centeno y trébol. Este sistema se difundió por toda Inglaterra en el siglo dieciocho y se expandió hacia el continente.
La revolución agrícola británica estimuló el crecimiento poblacional en Inglaterra. Entre 1700 y 1800 los campos de trigo se incrementaron en un cuarto. Para 1850 se incrementó en la mitad otra vez. Más comida significó más personas. En 1750 Inglaterra tenía cerca de cinco punto siete (5.7) millones. Para 1850 ese numero alcanzó los dieciséis punto seis (16.6) millones (Actualmente son unos sesenta (60) millones). Además, en la medida en la que la agricultura se volvió más eficiente, menos personas necesitaban trabajar los campos. Para 1850 sólo el veintidós por ciento (22%) de la población inglesa trabajaba en la agricultura, el porcentaje más bajo en el mundo en aquel entonces. Por tanto, una mayor cantidad de mano de obra estaba disponible para apoyar la producción no agrícola, lo que nos lleva a analizar la actividad manufacturera.
Empecemos por analizar la producción de bienes antes de la revolución industrial. La manufactura había sido principalmente de manera artesanal. En las ciudades las tiendas pequeñas encabezadas por un maestro producían zapatos, tela, acero, barriles, etc. para el mercado local. Estos maestros estaban organizados en gremios que protegían a sus miembros de la competencia. Los maestros tomaban aprendices que con el tiempo se convertían en maestros si había suficiente mercado para justificar la creación de una tienda aparte. En esencia, todo el sistema estaba creado para evitar la competencia.
El sistema proteccionista de gremios fue atacado por dos fuerzas. Primero, existió un cambio importante en el sistema artesanal. Durante el siglo diecisiete y dieciocho la manufactura rural o trabajo a domicilio apareció. Los empresarios en busca de mano de obra más barata mandaban productos no terminados al campo y obtenían productos terminados que venderían en la ciudad. Por ejemplo, el empresario compraría algodón de algún productor y se lo regresarían hilado por campesinos rurales. Entonces el empresario haría que otros campesinos tejieran los hilos para hacer tela. Al final de este mecanismo, el empresario tendría un producto terminado que podría vender a un precio menor que la tela producida en las ciudades. Esto creaba una gran cantidad de peleas pues los gremios locales trataban de evitar la venta de bienes que no eran producidos en sus ciudades. El segundo avance fue uno verdaderamente mortal. Para mediados del siglo dieciocho, la producción mecanizada comenzó a aparecer y esto es de lo que hablamos cuando hablamos de la revolución industrial. La gente comenzó a utilizar agua y después vapor para echar a andar las maquinas que producían artículos terminados.
La revolución industrial no sucedió de un día para otro pero sus efectos fueron tan ampliamente esparcidos que sus contemporáneos los sintieron. Entre 1780 y 1850 los centros altamente productivos aparecieron y emplearon a una gran cantidad de personas. Estos centros generalmente empezaron de un pequeño pueblo y en la medida en la que la industria crecía, la ciudad también crecía. Buenos ejemplos son las ciudades inglesas de Manchester y Sheffield que emergieron de la nada para dominar la producción industrial en Inglaterra. Aunque dichos centros industriales eran pocos en número para 1820 los reformadores sociales condenaban la producción capitalista. Por ejemplo, Manchester se convirtió en fuente regular de los críticos sociales que querían reformar los males de este nuevo sistema de producción. En otra clase discutiré uno de los críticos más duros de Manchester: Karl Marx.
El nuevo sistema de producción industrial apareció en dos fases. Los textiles primero y luego el carbón y el acero. En 1780 Samuel Crompton invento “mule-jenny” que era un híbrido de dos maquinas hiladoras, “mulas”, que eran puestas a andar por un motor de vapor, “jenny”. Entre 1780 y 1820 esta jenny se expandió en Inglaterra, multiplicando la cantidad de algodón producido. Por tanto, había una gran cantidad de algodón y no había suficientes tejidos. La oferta de algodón tenía que ser trabajada por lo que desde 1780 hubo una expansión en el número de tejedores (Esto es importante tenerlo en cuenta pues aquí vemos como la producción artesanal y la revolución industrial pudieron, por un pequeño lapso de tiempo, coexistir) Desafortunadamente para los tejedores el telar motorizado apareció en 1820 dejando sin trabajo a muchos tejedores pero incrementado la cantidad de materiales disponibles para todos.
En 1829 había unos cincuenta y cinco mil (55,000) telares en Inglaterra. Solo cuatro años después ya había cien mil (100,000). Este sistema de hilanderos y telares se extendió de Inglaterra a Europa continental. Por ejemplo, en Dusseldorf, una pequeña ciudad alemana del Rhin, había seis mil (6,000) hilanderos mecanizados durante la década de 1820. Para 1850, ya existían doce mil (12,000).
Antes de que cambiemos de tema al carbón y el acero es importante recordar algo. Había una gran interacción entre el viejo mundo y el nuevo mundo industrial. Recordemos el sistema de trabajo a domicilio que discutimos anteriormente. Nuevas industrias se asentaron en áreas que dicho trabajo todavía prevalecía. Esto sucedió por dos razones. Primero, había una oferta lista de mano de obra barata y experimentada en estas áreas rurales. Segundo, el exceso de materiales siempre podía ser enviado a las áreas rurales que no estaban trabajando ya en las fabricas de tejidos. En este sentido, los empresarios podían utilizar al máximo los materiales y la mano de obra local. Lo que esto demuestra es que en algunas áreas la industria y la mano de obra rural iban de la mano. En la medida en la que menos trabajadores del campo se necesitaban para producir más alimentos, los empresarios podían utilizar ese superávit de mano de obra.
La segunda fase de la revolución industrial también comenzó en Inglaterra. Durante el siglo dieciocho y principios del siglo diecinueve hubo un incremento en la producción de hierro y acero en Inglaterra. Inglaterra es muy rica en depósitos de carbón y su uso relativamente fácil hizo más eficiente la producción de hierro. Antes de que el carbón apareciera, el hierro había sido producido con carbón de leña (carbón vegetal), que no se calienta tanto como el carbón mineral y tampoco se quema tanto. De hecho, Napoleón contribuyó a este proceso de cambio, porque sus guerras crearon un mercado de metales alentando a muchas áreas en Europa a expandir su producción de hierro y carbón. Hubo una caída en la demanda de hierro y carbón después de 1815 pero la aparición de ferrocarriles en la década de 1820 estimulo un incremento en la demanda. Después de 1820 vino el despegue real pues los rieles y los motores de vapor requirieron grandes cantidades de acero. Como antes, la tendencia comenzó en Inglaterra y se expandió al continente. Para 1850 el auge de los ferrocarriles a gran escala ya iba en camino en Francia, Bélgica y Alemania.
El auge del carbón, acero y ferrocarriles tuvo un impacto significativo en muchas partes de la sociedad europea. Los campesinos mejoraron su situación pues los trenes permitieron la apertura de nuevos mercados para sus productos. Los vitivinicultores, por ejemplo, estaban en una excelente posición para enviar sus productos a regiones que estaban dispuestas a pagar precios más altos. A algunos artesanos también les fue bien. Los artesanos expertos que proveyeron de bienes y servicios a los ferrocarriles y a las industrias manufactureras les pagaban bien. Sin embargo, mucha gente fue dañada por el crecimiento explosivo en el sector industrial pues perdieron el control de su trabajo. La mano de obra no calificada fue dañada más pues había menos demanda de trabajo físico. Pero aún para los trabajadores calificados que trabajaban en la industria acerera o en las fabricas textileras sus sueldos habían disminuido y sus condiciones de trabajo habían empeorado. La jornada de trabajo era brutal pues los trabajadores debían laborar entre doce y catorce horas bajo condiciones peligrosas, altas temperaturas y mucho ruido. Más significativo, este grupo emergente de trabajadores era totalmente dependiente de los salarios. Al contrario de los pueblos, no había redes sociales que distribuyeran recursos para los necesitados y tampoco tenían la oportunidad de conseguir comida extra. En general, las revoluciones agrícola e industrial destruyeron los vínculos sociales en los que mucha gente dependían durante tiempos difíciles.
Las revoluciones que he descrito eran revolucionarias no por lo inmediato de sus efectos sino por la profundidad de los cambios que trajeron a la vida diaria. En general, esto es lo que estas dos revoluciones trajeron. La revolución agrícola trajo un incremento brusco en la producción total de comida y creo un superávit de mano e obra. La revolución industrial explotó este exceso de mano de obra. Inicialmente los empresarios utilizaron este exceso para la producción y luego los utilizaron para la supervisión del funcionamiento de las maquinas. Las consecuencias sociales fueron muy grandes. Las sociedades locales se rompieron y los vínculos sociales tradicionales desaparecieron. Entonces los centros industriales surgieron trayendo todo tipo de males sociales como el crimen, las enfermedades, el alcoholismo y la prostitución. Para la década de 1840 dos reacciones a estos cambios surgieron. La primera fue la emigración y la segunda fue el sindicalismo. En la década de 1840, por ejemplo, cuarenta mil (40,000) alemanes abandonaron el continente para emigrar a Estados Unidos. Y en toda Europa comenzó la agitación por el derecho a organizarse y negociar de manera colectiva. Hablaremos de las respuestas a las revoluciones agrícola e industrial así como a la revolución francesa en las próximas sesiones.
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